Falta de planificación ambiental y territorial tiene sin agua potable a veredas de Tibirita
El tiribitano David Munar Segura, magíster en Gestión y Desarrollo Rural de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), exploró la zona buscando porqué año tras año las veredas de San Antonio, Páramo, Fugunta, Medioquebradas y Resguardo siguen sin este recurso y dependen de camiones de algunas empresas que llegan una vez cada semana a venderlo.
“También hay opciones como filtros que algunas personas hacen artesanalmente con tanques de almacenamiento, en donde recolectan varios litros del agua de ríos como el Machetá, para luego limpiarla con piedras, arena y un poco de grava, así como una malla que ayuda a retener cualquier sólido presente”.
“Aunque hasta el momento no se han presentado problemas de salud pública en estas veredas, los monitoreos de estas fuentes consideran muy pocos puntos, por lo que no se hacen en toda la extensión del río y se tiene escasa información sobre sus condiciones”, asegura el experto.
La situación contrasta con la zona urbana, en el centro del municipio, que cuenta con una planta de tratamiento de agua potable con cobertura del 100 % que beneficia a algunas veredas, porque la ubicación de la montaña favorece el curso del agua, contrario a los lugares sin acceso, pues extender este sistema llevaría mayores costos para el municipio porque se tendría que rodear la montaña.
“Las veredas Laguna, Socuata, Gusvita y Teguavita son un caso exitoso de gestión comunitaria del agua, pues sus habitantes han conformado la Asociación de Usuarios del Acueducto, organización que ha obtenido el respaldo del gobierno municipal mediante subsidios para disponer de un sistema de tratamiento del agua que cumple con los requisitos normativos del país”, indica el magíster Munar.
Esta agrupación lleva más de 30 años luchando por este recurso, y su comparación con las veredas que no lo han logrado es diciente, pues estas últimas tienen un sistema de tuberías muy deteriorado y las iniciativas no han dado fruto, bien sea por la desconfianza de la comunidad en cambios reales o por las demoras burocráticas a las que se han visto enfrentados. “Muchos marcos normativos no tienen un énfasis comunitario robusto y tratan a las organizaciones comunitarias como un prestador privado”, comenta.
Para analizar el caso, el investigador realizó una revisión exhaustiva de textos, libros y estudios técnicos de la historia y los cambios en la gestión del agua en la zona, además de un diagnóstico con la metodología marco de análisis y desarrollo institucional (IAD) para evaluar las condiciones biofísicas del municipio, las características socioeconómicas de la población y las reglamentaciones existentes hasta la fecha para este problema.
“En Tibirita no existe una política de abastecimiento de agua potable, lo que hay es un Plan Maestro de Acueducto, pero está muy enfocado en la zona urbana, mientras la rural termina quedándose relegada y sin ayudas”, expresa.
Entre las posibles soluciones a esta problemática, el magíster explica que la Corporación Ambiental Regional (CAR) debe fortalecer la planificación ambiental y territorial con un trabajo articulado con Empresas Públicas de Cundinamarca y las entidades territoriales para generar mejores políticas públicas de monitoreo del agua para la región.
En esta estrategia los mismos habitantes podrían ser garantes de las mediciones de la calidad del agua mediante bioindicadores como plantas o animales y sus cambios en los ríos y sus bocatomas.
Por último, el magíster afirma que “otro punto que preocupa y por el que es urgente hacer este tipo de implementaciones es que el agua que se obtiene también se usa para la agricultura de la zona, en donde se cultiva papa, frijol, maíz, arveja, arracacha y otras hortalizas; por eso es importante tener claridad sobre la calidad del agua para que no haya problemas para los cultivos ni para la salud de los consumidores”.