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Ciudad y Territorio

Expansión urbana amenaza ecosistemas del río Blanco y la vereda Gallinazo en Caldas

    La Reserva Forestal Río Blanco, con unas 4.900 hectáreas, actúa como un pulmón verde para Manizales y alberga una amplia diversidad de fauna y flora; por su parte, casi el 60 % de la vereda Gallinazo, en el municipio de Villamaría, corresponde a bosques y áreas seminaturales. Ambos ecosistemas conforman un corredor biológico fundamental de la Cuenca del río Chinchiná que en su conjunto se encuentra amenazada por los vacíos normativos en el ordenamiento territorial lo cual se expresa en contaminación de los afluentes y en estrés hídrico.

    Según el arquitecto Luis Fernando Acebedo Restrepo, profesor de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, “en contravía de la importancia de estas áreas, el actual Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de Manizales presenta vacíos en la regulación del uso del suelo y la protección de zonas ecológicas”.

    “En ese sentido, la falta de estrategias claras para la gestión ambiental y el desarrollo sostenible ha llevado a situaciones críticas, como la pérdida de cobertura forestal y la contaminación de ríos y quebradas, entre otras fuentes hídricas”.

    Por eso llama la atención sobre el desarrollo de proyectos urbanísticos como la megaciudadela La Aurora, una urbanización de 2.200 unidades residenciales para 10.000 habitantes, que se estima se construirá en el área adyacente de la Reserva Forestal Río Blanco, más exactamente a 800 m de esta, en lo que es conocido y determinado según las normas colombianas como la zona de amortiguamiento de la importante reserva forestal.

    “En 2001 esta zona fue clasificada como suelo rural; en el POT de 2007 pasó a ser considerada como de expansión urbana, lo que habilitó los terrenos para desarrollar proyectos inmobiliarios; sin embargo, en la revisión del POT de 2017, el Concejo de Manizales decidió retirar a La Aurora de los suelos de expansión, volviéndola a clasificar como suelo rural, creando una especie de limbo que no termina de resolverse, y que, por el contrario, genera serias preocupaciones con respecto al futuro de este entorno”, explica el experto.

    Precisamente, a pesar de dicha reclasificación, el Plan Parcial adoptado mediante el Decreto Municipal n.o 0289 del 28 de mayo de 2015 aún es válido, y según este se permiten desarrollos en la zona con función amortiguadora de la Reserva Forestal Río Blanco.

    El académico considera que “la situación se complica debido a que, en el artículo 2.2.4.1.7.5 del Decreto Nacional 1077 de 2015, se establece que los planes parciales adoptados con anterioridad deben respetar su validez, lo que genera un vacío en la regulación sobre la gestión del suelo y la conservación ambiental”.

    “Es evidente que este tipo de decisiones resaltan cómo los intereses de expansión urbana pueden entrar en conflicto con la necesidad de proteger áreas de alto valor ecológico, lo que pone en riesgo la calidad del agua y la biodiversidad en la región”.

    En aras de proveer evidencia científica del valor ecosistémico de la zona, el profesor Acebedo y el investigador Darío Arenas Villegas –magíster en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente de la Universidad de Manizales– suman alrededor de seis años reuniendo datos relevantes sobre la Reserva y la necesidad de conservarla, señalando el impacto ambiental de construir urbanizaciones y otras infraestructuras en la zona.

    La relevancia ecológica de la Reserva Forestal Río Blanco radica en que allí hay 4 humedales de 5 hectáreas, esenciales para depurar aguas residuales, controlar inundaciones, almacenar carbono y conservar la biodiversidad.

    Además alberga 344 especies de aves y 41 de mamíferos, 11 de las cuales están en la Lista Roja de Mamíferos Amenazados. “Su conservación es crucial no solo para la biodiversidad sino también para la regulación hídrica y la prevención de la erosión del suelo, ya que los bosques de la Reserva mantienen un flujo constante y limpio en las cuencas hidrográficas, vital para las comunidades cercanas”, explica el profesor Acebedo.

    De otra parte, la vereda Gallinazo, ubicada al nororiente del municipio de Villamaría, abarca 3.079,35 hectáreas, cuenta con 103 viviendas y unos 412 habitantes. Fundada en 1910, su altitud varía entre los 2.174 y 4.042 msnm, y su economía se basa en la ganadería, el turismo, la gastronomía, la minería y la agricultura, destacando la ganadería lechera como una de sus principales fuentes de ingresos.

    Aunque el 58 % de su superficie está destinada a bosques y áreas seminaturales, enfrenta serias amenazas por la rápida expansión urbana de Villamaría y Manizales, que ha llevado a considerar la vereda para nuevos proyectos inmobiliarios.

    Territorio de vida

    El profesor Acebedo propone un nuevo pacto por el agua, “en el que se reconozca el río Chinchiná como un territorio de vida, en donde la prioridad sea la protección del agua y las especies en vez de las actividades económicas. Es imperativo integrar los planes de ordenamiento ambiental y urbano, de modo que cualquier desarrollo tenga como base la conservación de los recursos hídricos, porque el agua debe ser el elemento central de toda planificación territorial para asegurar su sostenibilidad”, afirma.

    Por último, destaca la necesidad de fortalecer las zonas con función amortiguadora como la Reserva Forestal Río Blanco y la vereda Gallinazo, que actúan como barreras entre las áreas urbanas y los ecosistemas protegiendo los recursos naturales. Para que este pacto funcione es esencial una participación ciudadana activa en la toma de decisiones sobre el manejo de la cuenca, ya que la comunidad debe formar parte de la solución.