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Educación

Evaluar a través del juego, innovación educativa en colegio rural del Guaviare

    El juego consiste en encestar un balón en una caneca, se toman los datos de los aciertos y se hacen los respectivos gráficos; así, 22 niños de segundo a quinto de primaria de la Institución Educativa Agua Bonita, en el área rural de San José del Guaviare, entendieron mejor los conceptos matemáticos de tabulación y representación gráfica, que aunque básicos, para ellos aprenderlos era todo un desafío.

    El pensamiento aleatorio, probabilístico o estocástico forma parte del pensamiento matemático y nos ayuda a tomar decisiones en situaciones en las que no es posible predecir con seguridad lo que va a pasar.

    Esta es una habilidad fundamental del ser humano que a los niños les permite explorar ideas y soluciones sin seguir un camino predefinido, fomentando así su creatividad y capacidad de resolver desafíos. Cultivar esta forma de pensar en los más jóvenes se convierte en una prioridad educativa que además estimula su flexibilidad mental y adaptabilidad ante situaciones cambiantes.

    Dicho pensamiento se explora desde la primaria a través de la estadística o de ejercicios de pensamiento lógico. Precisamente la investigación realizada por Edwin Vanegas Asprillas, estudiante de la Maestría en Educación en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), abordó la educación del pensamiento aleatorio a través de la tabulación y la representación gráfica, teniendo como antecedente grandes dificultades en los niños de la Institución Educativa Agua Bonita para aprobar estos conceptos de la asignatura.

    “Al regresar de la pandemia nos dimos cuenta de que los niños tenían grandes dificultades para interpretar y razonar en matemáticas, por eso decidí implementar una estrategia pedagógica que no solo identificara sus falencias, sino que además los ayudara a contextualizarlas en su entorno”, explica el estudiante, quien se desempeña como educador rural desde hace 30 años.

    Además, los resultados de las Pruebas Saber 11° aplicadas a los estudiantes de la Institución Educativa Agua Bonita en 2021 mostraron un promedio de respuestas incorrectas del 60 % en el área de matemáticas, una dificultad persistente en el colegio, por lo que el docente se focalizó en implementar la evaluación formativa con sus estudiantes.

    Aprender jugando

    Su propuesta se centró en actividades prácticas como un juego con un balón en la cancha de fútbol de la escuela. “Los estudiantes de cada grado lanzaban un balón hacia una canasta improvisada, y luego los datos sobre los aciertos se registraban y transformaban en gráficas”.

    “Lo interesante de este método es que los estudiantes no sabían que estaban siendo evaluados, pensaban que solo estaban jugando, lo que les permitió disfrutar de la actividad, relajarse, y sin presión pudimos observar quiénes habían avanzado y quiénes necesitaban apoyo adicional. Además, los estudiantes mayores ayudaban a los más pequeños, promoviendo un ambiente de colaboración”, explica el investigador.

    El enfoque cualitativo del trabajo incluyó la recolección de datos a través de entrevistas, grupos focales y registros etnográficos. Esto permitió evidenciar los avances de los estudiantes, no solo en términos académicos sino también en habilidades sociales como la cooperación y la comunicación.

    La implementación de este método reveló que la evaluación formativa (se utiliza para monitorear el progreso del estudiante durante el proceso de aprendizaje y proporcionar retroalimentación para mejorar su rendimiento), a diferencia de la sumativa (se utiliza para evaluar el rendimiento del estudiante al final del proceso de aprendizaje), ofrece más oportunidades para que los estudiantes demuestren lo que han aprendido sin sentir que están siendo juzgados.

    Educar teniendo en cuenta el territorio

    El profesor Vanegas menciona que una gran parte de los estudiantes, proviene de contextos socioeconómicos desfavorecidos, lo que impacta su rendimiento académico. “Por eso es indispensable fomentar una educación contextualizada a su cultura, capacidades y gustos, no es lo mismo estar en una ciudad que en una zona rural como en el departamento del Guaviare, los muchachos se aburren del colegio porque no saben para qué les sirve lo que están aprendiendo”.

    En este sentido, una importante conclusión del estudio es contextualizar tanto las asignaturas como las matemáticas en el entorno rural de los estudiantes, y así mostrarles que el uso de datos, tablas y gráficas relacionadas con sus actividades cotidianas en el campo les permite entender mejor la relevancia de lo que están aprendiendo.

    “Ahora ellos pueden ver cómo las gráficas que hacen en clase les servirán para organizar la información sobre las cosechas de sus familias, los animales que tienen en sus casas, por especie, raza, etc., lo que les da una motivación adicional para aprender”, destaca.

    La UNAL, a través de sus programas de formación de docentes, continúa apoyando investigaciones como esta, que buscan mejorar la calidad de la educación en las zonas más apartadas del país.