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Salud

¿Escucha, pero no entiende lo que le dicen? Se puede tratar de hipoacusia

    Aunque al llegar a los 30 años todos empezamos a experimentar pérdida de audición de manera progresiva, la hipoacusia –o sordera parcial– también puede afectar a jóvenes, a causa del deterioro de las células ciliadas del oído interno, que no tienen recuperación.

    Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 360 millones de personas en el mundo (5 % de la población) padecen pérdida auditiva, y de estas, 43 millones están entre los 12 y 35 años. Dicha situación alerta sobre el incremento de los problemas auditivos en la población más joven, cuya causa principal hoy es la exposición a ruidos elevados, como por ejemplo escuchar música a alto volumen.

    La pérdida de audición puede ser leve, moderada, severa y profunda. Para evaluarla se usan decibeles (dB), unidad de medida de la intensidad de un sonido.

    El médico cirujano y otólogo Augusto Peñaranda, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “una hipoacusia leve se encuentra entre 20 y 30 dB, es decir entre un 20 y 30 % de pérdida auditiva; la moderada está entre 30 y 60 dB, y las severas y profundas en más de 60 dB”.

    ¡Y atención!, según el Ministerio de Salud y Protección Social (Minsalud), las personas que más consultan por esta causa están en el rango de los 19 a 26 años, seguidas de niños de 1 a 5 años y los adultos entre 27 y 44 años.

    Para percibir cualquier sonido –desde la caída de una aguja hasta el paso de una tractomula– se necesita de una onda sonora que llega al conducto auditivo externo (membrana timpánica) y al oído medio; estas dos estructuras están diseñadas para transmitir cualquier sonido hasta el oído interno, en donde se da el sentido de la audición y el equilibrio.

    “En el oído interno está la cóclea, una estructura con forma de caracol que aloja el sistema receptor de todas las frecuencias sonoras que llegan del ambiente; ellas las transmite al tallo cerebral y al cerebro por el nervio auditivo, y es en ese proceso que se da la comprensión del lenguaje”, amplía el otólogo (quien se dedica al estudio del oído y sus enfermedades).

    Por esta razón, quienes padecen hipoacusia suelen tener dificultad para oír en ambientes con mucho ruido, seguir conversaciones fluidas con dos o más personas al tiempo, o presentar el famoso y molesto “zumbido” después de estar expuestos a ruidos intensos.

    Esto se puede dar por la exposición constante a ruidos fuertes –generados especialmente por las industrias–, por el uso excesivo de las tecnologías, y también puede ocurrir por malos hábitos nutricionales.

    La sordera también afecta la memoria

    El canal principal de la comunicación es la audición; gracias a ella es posible socializar y sostener una conversación, y cuando se afecta se dificulta la interacción con otras personas y se limitan los procesos de aprendizaje.

    La profesora de fonoaudiología Liliana Akli Serpa, del Departamento de Comunicación Humana y sus Desórdenes – Medicina, de la Facultad de Medicina de la UNAL, indica que “cuando las personas dicen estar ‘duras de oído’ empiezan a presentar un desgaste emocional por estar pidiendo constantemente que les repitan, así que se aíslan y van perdiendo oportunidades de comunicación”.

    “En el adulto mayor se suelen ver dificultades de memoria, se les olvida cómo suenan las cosas al dejar de escuchar sonidos simples como el paso de un avión o el canto de un pájaro. Escuchan un ruido, pero no logran identificar de dónde proviene”.

    Según la docente, “esta situación se asocia con un ‘gasto cognitivo’ que se da tras utilizar de manera innecesaria la reserva con la que cuenta el ser humano para responder de forma inmediata a eventos que impliquen dar una respuesta oportuna o resolver un problema”.

    “A lo largo de la vida van quedando esas reservas, y si se empiezan a usar en momentos innecesarios es cuando vienen los problemas de pérdida de memoria”.

    La experta dice además que “para lograr agudeza en el oído de los niños, se les debe hablar lo más claro posible y estimularlos con diferentes sonidos, y que ellos los puedan ir asociando”.

    El doctor Peñaranda concluye señalando que “para preservar la audición, sin importar la edad, se aconseja evitar ambientes de alto ruido, lo mismo que medicamentos ototóxicos que dañan la audición”.

    Los académicos ofrecieron sus aportes sobre este importante tema en el programa Diagnóstico, de Radio UNAL. Escúchelo completo aquí.