Entre la espada y la pared, así están los corales con el cambio climático y las bacterias tóxicas
Los corales son animales milenarios que prácticamente estaban poblando los mares de la Tierra desde épocas inimaginables. Los arrecifes de coral son estructuras subacuáticas hechas del carbonato de calcio secretado por los corales y su función es indispensable pues sirven de casa para cientos de pequeños peces, invertebrados y otras formas de vida marina, y además protegen las costas contra la erosión generada por el intenso oleaje que se intensifica con los fuertes vientos.
Se estima que en el mundo se ha venido presentando la extinción masiva de al menos el 33 % de las especies, y solo en el Caribe el 9 % de todos los arrecifes se pierde todos los años, lo cual es preocupante para zonas como los Archipiélagos de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y el de San Bernardo, o Islas del Rosario, que componen el 79 % de las 180.000 hectáreas de arrecifes coralinos del país.
Una de las múltiples formas de aportar a la problemática es entender su genética, tarea que en los últimos años ha asumido el grupo Inmunología Evolutiva e Inmunogenética de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), desentrañando cómo una temperatura superior a los 29,5 °C implica una mortalidad masiva de los corales, ya que en sus tejidos se producen cambios que, por su dinámica natural, a veces parecen irreversibles.
“También hay una serie de enfermedades que han comenzado a proliferar en estos organismos marinos, como la banda negra, en la que una franja oscura avanza sobre el cuerpo del coral, y que se da como producto de la acumulación de bacterias como las cianobacterias, que en grandes cantidades son tóxicas, y colonizan y degradan el tejido coralino hasta matarlo”.
“O la plaga blanca, una condición que se caracteriza por la aparición de manchas blancas en el tejido coralino y, así como en la banda negra, un grupo de bacterias u hongos contribuyen a descomponer a los animales”, explica el profesor Luis Fernando Cadavid, del Instituto de Genética de la UNAL.
Señala además que aún no están claras las razones por la que se presentan estas enfermedades, pero desde hace muchos años el grupo de investigación ha encontrado que las condiciones patógenas en los corales han crecido tanto, que mientras en 1965 solo había una descrita, hoy pueden ser más de 15.
Los corales forman parte del grupo de los cnidarios, animales marinos entre los que también están las medusas, las anémonas y las hidras; en este tipo de organismos se ha podido determinar que las zooxantelas –algas unicelulares– tienen una importante y marcada simbiosis, pues de manera contundente, si por las temperaturas o las enfermedades estas algas se salen de los corales, por ejemplo, estos mueren, ya que se quedan sin los nutrientes, el oxígeno y la resistencia que las algas les proveen para su crecimiento.
“En el grupo se han venido estudiando dos especies de corales que han mostrado de manera clara que hay una serie de desviaciones en cuanto a las bacterias que están sobre sus tejidos: hay un grupo de ellas que les permiten estar sanos y sin ningún problema, como por ejemplo las proteobacterias; sin embargo, algunas como las de tipo grampositivo y negativo tendrían el efecto contrario, y es entonces cuando se hace muy importante estudiar la respuesta inmune que tienen los corales y cuáles son sus genes expresados”, asegura el profesor Cadavid.
En este punto aparece un concepto que el profesor explica como determinante para seguir entendiendo estos procesos de daños en los corales, el de alorreconocimiento, un proceso que se refiere al reconocimiento de tejidos extraños en un organismo, y que en los corales ocurre de manera natural, pero del que aún se conoce poco.
“Alrededor del 99 % de estas dinámicas terminan en rechazos, es decir que pueden producir procesos inflamatorios en los corales, denominados estolones hiperplásicos, y que se dan a causa de migraciones masivas de células.
“Después de diversos estudios con estas poblaciones, el grupo ha identificado por lo menos 40 genes involucrados en la producción de proteínas como la inmunoglobulina”.
“Lo que viene es seguir apostándole a disminuir la temperatura para que los corales no tengan que enfrentarse a estas enfermedades; y por otro lado emplear herramientas como la del silenciamiento genético, que permite identificar qué está ocurriendo en estos organismos”, concluye el experto.