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Ciudad y Territorio

En Yopal, 7 de cada 10 viviendas son de origen informal

    En la capital de Casanare la informalidad para la construcción de las viviendas se convirtió en una problemática generalizada. Solo el 30 % de las casas erigidas entre 2005 y 2018 tienen licencia, es decir que 7 de cada 10 son informales. Esta realidad evidencia la desigualdad social, las falencias en el modelo de planeación urbana y el conflicto por el acceso a la tierra y el suelo.

    La gran paradoja de la realidad colombiana deja ver que mientras unos tienen tierra de sobra, otros luchan por encontrar un lugar donde acceder una vivienda digna. Ante la falta de opciones, invadir terrenos sin habitar se convierte en la alternativa, especialmente para la población desplazada, indígenas o migrantes del país.

    El trabajador social Antonio Saénz, candidato a magíster en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, explica que el fenómeno de las invasiones en Yopal se ha mantenido durante décadas, situación que explica con la pregunta ¿a quién le deberían pertenecer el espacio y la ciudad?

    “Casanare tiene una continuidad histórica en las políticas de acceso a la tierra y vivienda, que se relaciona con la exclusión intencional de personas en condición de vulnerabilidad que no tienen medios de subsistencia, lo que promueve otros mecanismos alternativos como la vivienda de invasión o la consolidación de barrios autoconstruidos”, señala el experto.

    Para dimensionar este fenómeno se tomaron tres casos de estudio que guardaban la mayor concentración del déficit habitacional del municipio: el asentamiento Mi Nueva Esperanza, la Ciudadela la Bendición y el proyecto Torres del Silencio. Con ellos, el investigador intenta entender a través de los imaginarios sociales porqué este fenómeno persiste en el tiempo y cómo proponer alternativas viables para la población que habita en estas zonas.

    Imaginarios sociales sobre la invasión

    Un imaginario social es una construcción compartida que adoptan las personas en la forma de pensar, hacer y juzgar a través de acuerdos normas o formas de entender el significado social de un espacio.

    “Entender cuáles son los imaginarios sociales que sostienen las narrativas de los planificadores urbanos y los habitantes de barrios autoconstruidos permite entender por qué sigue siendo una práctica recurrente en Yopal”.

    “Pocas veces la problemática de la informalidad se aborda desde una visión subjetiva del espacio y de las políticas públicas, lo que permite entender los elementos socioculturales que llevan a las personas a tomar las decisiones de invadir e incluso de rechazar las alternativas de reubicación”, señala el magíster.

    Por eso, mediante entrevistas, grupos focales y análisis narrativo con los habitantes de los barrios autoconstruidos y con los entes involucrados en la planificación urbana, identifica cinco imaginarios sociales que permiten entender este fenómeno: la ciudad formal planificada; invadir para tener; la vivienda digna como privilegio; el gobierno no tiene capacidad; y la vivienda digna es un derecho.

    Estos imaginarios están presentes en cada asentamiento y en las políticas de vivienda; por ejemplo, es el caso de Mi Nueva Esperanza, donde habitan 1.323 personas, la mayoría víctimas del conflicto armado que se ubican de manera transitoria ahí a la espera de ser reubicados en otro lugar.

    “Las invasiones en Yopal han reconfigurado el significado de vivienda como hábitat permanente donde se genera arraigo y se asume el hábitat construido como un espacio de transición y como mecanismo de presión social y política. A ellos les ofrecieron trasladarlos a una vivienda, pero lo rechazaron porque eso no es acorde con su idea de vivienda digna”.

    El rechazo se sustenta además en la idea de que el Gobierno no tiene la capacidad de entender las necesidades de la población, lo que explica incluso el surgimiento de las invasiones.

    “En Yopal las políticas de regularización se enfocan en el otorgamiento de la titularidad y del mejoramiento de los espacios físicos, desconociendo que la base de las invasiones tiene que ver con la subsistencia de la población y no con las características estéticas”.

    Para el investigador, “el conflicto por el acceso a la vivienda en Yopal es en esencia un conflicto por el acceso a la tierra y al suelo, y por el significado social de la ciudad y a quién debe pertenecer, lo cual guarda una relación directa con las políticas agrarias que se aplicaron en el Casanare durante los siglos XIX y XX, cuando la asignación de tierras no priorizaba las necesidades de los campesinos o personas que estuvieran por fuera de las relaciones de poder”.

    En su opinión, en Yopal los planes de ordenamiento y demás instrumentos de planificación no representan las necesidades para la planeación y gestión del hábitat autoconstruido.