Escudo de la República de Colombia Escudo de la República de Colombia
/En su obra, Alfredo Molano también les dio voz a las mujeres violentadas por el conflicto
Política y Sociedad

En su obra, Alfredo Molano también les dio voz a las mujeres violentadas por el conflicto

    “[…] me agarró del pelo a darme puños en los ojos y en la boca. Cuando se cansó, sacó la rula a darme plana hasta dejarme sin sentido... Uno de los aserradores le dijo: ‘Don Plinio, no la hiera más; y mejor si usted es capaz, mátela de una vez’”. Este es uno de los fragmentos de la crónica No pude dejar de llorar, del escritor, periodista y Comisionado de la Verdad Alfredo Molano Bravo, quien en sus relatos les dio voz a aquellas mujeres que, además de enfrentar en carne propia la persecución política y el desarraigo, también han sido discriminadas y violentadas sexual y psicológicamente.

    La profesora Julieth Paola Losada Muñoz, licenciada en Español y Filología Clásica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y magíster de Literatura y Cultura del Instituto Caro y Cuervo, afirma que “las obras de Alfredo Molano están llenas de detalles, matices y voces que nos permiten reconstruir desde otra mirada la memoria de un país que no ha logrado superar la guerra y sus múltiples violencias”.

    Agrega que “él utilizó el poder que le daba su escritura y el reconocimiento de la academia para contar las historias de aquellos que hasta entonces morían en el anonimato que les imponía la violencia”.

    “El destierro, la violación y la agresión física son solo algunos de los tantos mecanismos de acción que han padecido las narradoras de estas crónicas, lo que ha cambiado la forma en que perciben y leen su propia historia, pues están rotas por dentro”, destaca la magíster, quien dictó el taller “Leer a Alfredo Molano” en el marco de la programación organizada por la UNAL para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

    En el relato Hospital de sangre observamos la violencia por agresión sexual; allí se lee: “Llegué a la casa donde estaba Doblecero (comandante paramilitar) y me dijo: ¡Saque a los heridos y atiéndame! Me atiende a mi solo; es una consulta privada. No entendí como enfermera la orden, pero como mujer pillé lo que pretendía. Luego me amenazó con una pistola Beretta y abusó de mí”.

    Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica, en el periodo 1958-2021 se registran 51.919 mujeres víctimas del conflicto armado, de las cuales 18.048 han muerto como consecuencia de estas acciones.

    Al respecto, la magíster menciona que “la violencia contra la mujer comienza en la infancia, y es en la familia en donde más se ejerce. Las niñas son especialmente vulnerables a la violencia física y psicológica, y expuestas a la vergüenza por su condición femenina”.

    Esta situación se puede leer en el fragmento de la crónica de Ana Julia, una mujer que teme por la seguridad de su familia, por su integridad física y vive las consecuencias de la guerra bipartidista por ser liberal. El relato recopila el conflicto armado entre 1947 y 1958 y se desarrolla en Tolima y Huila:

    “[…] Yo no sé que sería lo que el padre Herreros vio cuando nos explicaba la pobreza de la Virgen y el pecado, pero de golpe se quedó mirando a Helenita (mi hija), saltó del púlpito y señalando con el dedo a la niña dijo: ¡Miren todos, miren lo que es la impureza y el pecado! ¡Miren todo el vestido de esta niñita, miren dónde lo tiene! ¡Miren como se le ve su cuerpo, cómo se le ven sus partes! Helenita se asustó y se acurrucó para taparse las piernitas […]”.

    Sin embargo, la académica dice que “la voz de estas narradoras nos permite pensar en otros tipos de violencia, como la que se vive y normaliza al interior de las familias”. Ejemplo de ello lo encontramos en la crónica No puedo dejar de llorar, como lo podemos leer en el siguiente fragmento:

    “[…] Y así fue. El día que nació mi hijo, una hora después de alumbrar el parto, a las cinco de la tarde, llegó mi papá con Justicia –la vara con la que sabía castigarnos– y me dijo ahí en la misma cama, delante de la partera. ¡Voltéese! Levantó la cobija y me dio cinco lapos que me quemaron el corazón. Prohibió que me dieran de comer hasta que mis calostros acabaran de salir, y se fue sin mirar al niño”.

    “Las crónicas del autor nos ayudan a recrear una cartografía de la violencia y sus múltiples formas, pues los recorridos de las narradoras sirven para identificar veredas, pueblos o zonas periféricas del Cauca, del Valle del Cauca, del Huila, del Tolima, de los Llanos, de Bogotá, de Nariño, de Pasto y de las zonas de frontera, que, pese a no ser tan visibles en el relato de la geografía nacional, sí son parte importante en la reconstrucción de la memoria colectiva. Los relatos ponen en el mapa lugares antes invisibilizados”, señala la magíster Losada.

    En el taller “Leer a Alfredo Molano” se tomaron como insumo 3 de sus 67 crónicas contadas por mujeres en el marco del conflicto armado en diferentes periodos.