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Política y Sociedad

En la UNAL, la memoria de las víctimas del conflicto armado resiste en 123 lugares

    Desde hace más de 30 años, la familia de Patricio Silva Ruales –estudiante de Ipiales (Nariño) asesinado el 30 de mayo de 1978– visita el campus de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá para llevarle flores a su placa conmemorativa. Este acto refleja la importancia de la geografía de la memoria, un enfoque que le permitió a un investigador identificar 123 lugares, entre ellos, placas, estatuas, fotografías, cuadros, murales y esculturas, un valioso insumo para trabajar por la paz y la reparación en el país.

    “Los lugares de memoria se definen como las espacialidades que cristalizan el tiempo para narrar lo que aconteció en contextos violentos o traumáticos, y así se convierten en la forma y la materialidad con que la historia nos habla sobre el pasado”, asegura el sociólogo Rodrigo Torrejano Jiménez, magíster en Geografía de la UNAL, quien recopiló y describió los espacios y monumentos presentes en el campus de la Sede Bogotá relacionados con el conflicto armado en el país.

    En el inventario se destacan las placas conmemorativas del asesinato de Patricio Silva Ruales, al frente del Departamento de Matemáticas de la UNAL Sede Bogotá, y del profesor Jesús Humberto Bejarano, en la entrada del Edificio de Posgrados de la Facultad de Economía; también el mural “La creciente” o “La tempestad”, en homenaje al estudiante de odontología Jorge Alberto Patiño, y “El antimonumento de Camilo”, construido en la década de 1980 en el corredor de Sociología como homenaje al sacerdote Camilo Torres Restrepo.

    “Hablar de estos lugares es hablar de una responsabilidad social y política. Estos 123 espacios van más allá de una cifra que pueda generar asombro o escalofrío, representan las vidas, los nombres, proyectos familiares, anhelos, expectativas y sueños de cada una de las personas que ya no están”, indica el investigador Torrejano.

    El inventario de los lugares de la memoria en la UNAL busca ser un insumo para que no haya impunidad ni olvido, para que la sociedad reconozca las marcas que ha dejado el conflicto armado y la violencia política. Un aporte a la construcción de verdad, memoria y justicia.

    Según el informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición, en los casos relacionados con el conflicto armado en el país la impunidad llega a casi el 94 %.

    “En la UNAL, entre 1929 y 2008, hubo alrededor de 502 estudiantes, profesores y trabajadores víctimas de la violencia política y el conflicto armado, y en ese universo un número cercano a los 90 casos se tratan de asesinatos y desapariciones forzadas”, apunta el magíster de la UNAL.

    ¡La memoria está en riesgo!

    Desde 2016, el investigador Torrejano decidió explorar los espacios que conforman esta memoria colectiva en el campus de la UNAL Sede Bogotá, trabajo acompañado por el colectivo Archivos del Búho, un grupo de egresados de Sociología, Geografía y otras disciplinas de Ciencias Humanas de la Institución.

    Por otro lado, también exploró los espacios de memoria en universidades de la costa Caribe, de Antioquia, y de países como Argentina, Chile, Perú y México, y encontró que hasta el momento no se había hecho una descripción tan detallada de lo que el experto denomina “archipiélago de la memoria”, refiriéndose al mapa que recorre los lugares de la memoria de cada institución, en el marco del conflicto de las luchas estudiantiles frente a los entes estatales, la fuerza pública o los grupos al margen de la ley.

    Para consolidar el inventario, el experto y Archivos del Búho analizaron más de 3.500 documentos que salvaguardan la memoria del movimiento estudiantil y de la Universidad, y describieron hechos emblemáticos, entre ellos el derribamiento de la estatua de Santander de la Plaza Central de la Sede Bogotá y el cierre de las residencias estudiantiles, que hoy componen el edificio administrativo Uriel Gutierrez, nombrado en honor al estudiante asesinado en 1954.

    Así mismo, se resalta el caso del Colectivo 1982, el asesinato del profesor Alberto Alava Montenegro, en cercanías a la entrada de la calle 26 de la Sede Bogotá, y la detención de más de 80 estudiantes en 1984 como resultado de los hechos violentos del 16 de mayo.

    El investigador expresa que, “además de los recorridos por el campus de la UNAL, en los que registramos hasta el último rincón del campus en busca de alguna muestra de aquella memoria del conflicto, también realizamos más de 50 entrevistas a familiares, estudiantes, funcionarios, y miembros de asociaciones que construyen y luchan por la memoria en América Latina. La investigación recogió voces desde Argentina, Chile y Perú hasta México para profundizar sobre los lugares de memoria que dan cuenta de las dictaduras, la represión, y en general de la violencia política.

    Agrega que, “la memoria está ligada a la acción, de lo contrario se convierte en olvido e impunidad”. Por eso, hallazgos como el del mural del artista manizaleño Alipio Jaramillo, –hace unos meses durante la remodelación de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la UNAL, y que ahora forma parte del inventario– demuestran que la única forma de preservar la memoria es activándola, evitando que se borre bajo capas de pintura y silencio.

    Para conocer la investigación e identificar los lugares de la memoria, puede acceder al siguiente enlace: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/87052