Seres humanos y animales se unen en una amalgamada relación urbana, según lo describe el estudiante de la Maestría en Estudios Culturales, Jhon Alexánder Diez Marulanda, quien demostró que entre los perros callejeros y las personas se entrelazan complejas interacciones sociales y culturales.
A partir de la pregunta ¿qué hace un perro en la calle cuando no tiene un hogar, un dueño o cuando anda suelto? El investigador reconstruyó los vínculos y las distintas relaciones entre el animal callejero, sus congéneres y los seres humanos, que se vinculan en distintos espacios y con dinámicas culturales únicas.
En desarrollo de la investigación "Se ladra, se pita y se grita. Perros sueltos en La Gaitana, Suba y en San Mateo, Soacha. 2010"2014", el estudiante recorrió durante alrededor de un año los sectores elegidos para su trabajo.
Por otro lado, su estudio plantea el conflicto del abandono de los perros, pues se enferman, son envenenados, asesinados, atropellados y agredidos, además de estar sometidos a la indiferencia del entorno y, a veces, en condiciones realmente penosas.
De acuerdo con la Secretaría Distrital de Salud, en cifras aproximadas, para 2014 habría en Bogotá más de 88.000 perros callejeros, la localidad de Ciudad Bolívar fue la que evidenció una mayor cantidad: 22.000.
Esta entidad también informa que la presencia de perros callejeros es un problema de salud pública grave y que, desafortunadamente, la administración local no lo toma en serio. Además de la sobrepoblación generada por el apareamiento, se producen agresiones entre los animales y hacia las personas, hay presencia de excrementos y malos olores.
"Recorrer a pie la ciudad me ha permitido conocerla y reconocer a los perros sueltos o callejeros. Caminando, utilizando una libreta de apuntes y registrando a través de una cámara digital fotografías y videos de varios perros sueltos en dos barrios, uno en Bogotá y otro en el municipio de Soacha, del área metropolitana, iba registrando lo que estos animales hacían, su relación con el entorno y con los demás seres presentes en cada lugar", relata el estudiante.
Díez Marulanda explica que el vínculo es poderoso y lo convierte en un elemento cultural de primer orden. Desde hace miles de años, el perro es un reflejo directo de las culturas en donde existe, de la gente con la que convive y del ámbito familiar, advierte.
En esa medida, la estrecha relación se configura como una aceptación ciudadana de la presencia constante del perro de la calle que termina siendo una parte del paisaje urbano que se materializa en un estrecho vínculo de compañía, especialmente para quienes cohabitan esos espacios, la mayoría de las veces son personas humildes, y en general con todos aquellos que pasan gran parte de su día en la calle. "El perro no tiene dueño, pero como está conmigo siempre, lo cuido y le doy de comer", dice una de las entrevistadas en el documento, refiriéndose a Pinina.
Sin embargo, y a pesar del cuidado que le dan algunas personas a los perros de la calle, la percepción general muestra que los animales abandonados sufren mucho.
La investigación concluye que el perro suelto en estas calles es parte del día a día y logra un proceso de mímesis con la ciudad, como lo señala María Teresa Salcedo: "Ser animal y ser humano en la calle, es en este sentido un asunto de ceder y volverse el otro, metamorfosearse no estrictamente en el perro o en el hombre, sino en la relación que el animal, el humano o el objeto representan con el espacio".