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Ciudad y Territorio

En Ibagué, mejor “salud” estructural de edificaciones prevendría impacto de sismos

    La capital musical de Colombia no se estremece solo por el ritmo de las tamboras: cada día el Servicio Geológico Colombiano registra alrededor de 15 movimiento telúricos, muchos de ellos imperceptibles para sus habitantes y cuya explicación estaría en la “vecindad” de la ciudad a los nevados del Tolima y del Ruiz. Pese a ello, Ibagué no cuenta con un sistema local para la prevención de estos fenómenos naturales, por lo que impulsar la construcción de edificaciones más resistentes sería una óptima estrategia de gestión del riesgo.

    En su trabajo de investigación, Pablo Arturo Jiménez Puentes, magíster en Ingeniería - Estructuras de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, identificó la carencia de una cultura preventiva sísmica en Ibagué, ciudad que supera los 500.000 habitantes con un creciente desarrollo urbanístico centrado en la construcción de edificios de más de 5 pisos.

    “Más del 60 % de la infraestructura de la ciudad es patrimonial, es decir edificios antiguos, construidos incluso antes de salir la Norma Técnica Complementaria de Diseño y Construcción (NTC) de 1998, lo que las hace vulnerables a sufrir graves daños ante los movimientos sísmicos”, señala el magíster.

    A esta situación se suma la falta de registros y monitoreo de los movimientos de suelo para calcular los daños en las estructuras.

    “A la ciudad le urge contar con datos históricos de los movimientos que se han presentado en la última década, ya que así se prevendrían eventuales desastres como los sucedidos en otras ciudades del país, como por ejemplo en Armenia, en donde en 1999 un terremoto de 6,2 en la escala de Richter provocó la destrucción de más del 75 % de las edificaciones; el impacto de este terremoto en Ibagué todavía se desconoce”, señala el investigador.

    Identificando zonas que tendrían mayor impacto

    Para el estudio se escogieron cinco puntos estratégicos de Ibagué: el barrio La Pola, uno de los más antiguos de la ciudad, la Gobernación del Tolima, la Estación de Bomberos, hacia donde crece la ciudad, y los colegios Champagnat y Carlos Lleras, ubicados en la periferia.

    El objetivo de su escogencia fue analizar cómo se comportarían estos lugares ante un desplazamiento de tierra, fenómeno que se produce en la estructura de un edificio cuando este se sale unos cuantos milímetros de su eje hacia los lados.

    “Cuanto más alto sea el desplazamiento, así sean milímetros, genera fracturas y colapsos en los edificios porque pierden su eje central, es decir su forma natural, obligándolos a reacomodarse, y como son estructuras rígidas, pues se quiebran”, explica el magíster Jiménez.

    Para ello se transformaron los registros de la microzonificación a través de un lenguaje de programación que permite “leer” o “interpretar” la mesa sísmica del Laboratorio de Estructuras de la UNAL Sede Manizales.

    Con respecto a la modificación, el investigador explica que “se debe hacer la transformación de datos ya que la microzonificación mide en forma de espectros la aceleración de una onda, pero no los desplazamientos estructurales de un edificio tras la onda”.

    Los cinco lugares escogidos se clasificaron según tres aspectos: residenciales, colegiales y comerciales. Estos se simularon en 3D y una réplica de ellos se elaboró a escala con madera y varilla, para que al aplicar una serie de movimientos se pudieran determinar sus desplazamientos preliminares.

    Para el análisis del impacto sísmico sobre estas estructuras se escogieron el terremoto de Ecuador de 2016, el de Turquía en 1999, y el de Armenia (Colombia) de 1999.

    Al aplicar las fuerzas de estos impactos el magíster evidenció que las zonas de Bomberos y La Pola tiene un desplazamiento de 40 a 50 mm, la Gobernación de 150 a 300 mm, y los colegios Champagnat y Carlos Lleras de 150 a 350 mm.

    Los datos revelan que se dieron desplazamientos considerables sobre las estructuras seleccionadas, por lo que la ciudad necesita implementar alternativas que garanticen mayor resistencia estructural de sus antiguas edificaciones. “Urge concientizar a las diferentes instancias administrativas locales para que también consideren tales ajustes en construcciones de entre 2 y 3 plantas o pisos”, señala el invetigador.

    Además, identificó que el suelo de Ibagué presenta una gravedad de sismo, o sea “lo que puede llegar a generar” entre 0,7 y 1,0, que en la escala de Richter viene siendo un sismo de 5 a 7, es decir, propenso a daños estructurales moderados de consideración.

    “No basta con identificar el desplazamiento que pueden llegar a generar los edificios en Ibagué, sino que además es necesario entender que el 60 % de la ciudad ya cumplió con su ciclo de vida y que se necesitan acciones de mejora en la infraestructura de la ciudad y en el monitoreo de los movimientos telúricos”, concluye el investigador.