El uso de químicos para combatir las plagas en los cultivos de papa, como la polilla guatemalteca, el gusano blanco y el tiroteador Naupactus, entre otras, es una de las estrategias más efectivas para garantizar la producción del tubérculo. Sin embargo, en la zona rural de la localidad de Ciudad Bolívar de Bogotá, donde se produce para distribuirlo en centros de acopio de la capital, el uso de plaguicidas sobrepasa los límites adecuados.
Es un problema que podría trasladarse del sembradío al plato del consumidor, si se tiene en cuenta que esas sustancias tóxicas se conservan incluso después de la cocción del alimento. Bajo la dirección del investigador Tomás León Sicard, del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), la profesora Sonia Pertuz investigó las características de la producción de papa en esta zona de la capital. Lo que halló la alarmó.
"Cuando las papas se someten a fritura no pierden en su totalidad las condiciones potencialmente tóxicas de los plaguicidas. Las sustancias se conservan en una proporción que podría superar lo establecido por el Ministerio de la Protección Social", explica la docente.
En el estudio se encontró que cada kilogramo del producto contiene hasta 0,12 miligramos (mg) de organofosforados y 0,54 mg de carbamatos (los dos plaguicidas más utilizados), cuando los límites permitidos por kilo son de 0,1 mg y de 0,05 mg, respectivamente. Una diferencia preocupante.
Cómo se cultiva
Según el antropólogo Raúl Angulo, en la zona rural de Ciudad Bolívar se cultiva papa para dos destinos principales: uno para centros de abasto y grandes compañías de alimentos y otro para el autoconsumo. El experto advierte que el riesgo de los cultivos es la cercanía al botadero de basuras Doña Juana y la evidencia del mal uso de las sustancias químicas, pese a las recomendaciones de las autoridades.
"Entidades públicas y privadas del gremio establecen lineamientos que van desde la adecuación del lote, la selección de las semillas, el tratamiento apropiado con fertilizantes y plaguicidas y el almacenamiento; sin embargo, uno encuentra que los agricultores almacenan su producción junto a los químicos, las máquinas y herramientas, o cualquier elemento de su vida cotidiana, sin ningún control", dice el profesor Angulo.
Además, agrega, es frecuente encontrar residuos de los empaques de plaguicidas tirados en el suelo, cerca a las fuentes hídricas. Entretanto, la nutricionista Pertuz también encontró que los cultivadores, con la idea de mejorar la eficacia de los químicos, los mezclan y los aplican de forma exagerada durante los cerca de seis meses de crecimiento de la planta.
En algunas siembras se detectó un promedio de 25 aplicaciones de plaguicidas en ese periodo, lo que se califica como excesivo. Sumado a las fallas en la producción, el estudio identificó la permanencia de sustancias químicas nocivas a la hora de consumir el alimento.
"Luego de analizar una muestra de papa sembrada en Ciudad Bolívar, se evidenció que etapas como el lavado, el decorticado (la eliminación de la cáscara) y la cocción en agua disminuyen la presencia de los químicos. En general, cuando los tubérculos son sometidos a cocción húmeda
(90 ºC por periodos cercanos a los 20 minutos), el plaguicida se reduce a niveles adecuados; no obstante, al someterlos a fritura, que requiere temperaturas de hasta 220 ºC, se identificaron niveles altos de organofosforados", asegura la profesora de la UN.
Las consecuencias
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, al año se intoxican dos millones de personas por exposición directa o indirecta a plaguicidas, en especial por el incumplimiento de protocolos de seguridad industrial. Por esa razón, el problema se ubica en los trabajadores agrícolas sometidos a la exposición directa a estas sustancias.
Vómitos, diarrea, abortos, dolor de cabeza, somnolencia, alteraciones en el comportamiento y convulsiones, entre otros síntomas, están asociados a accidentes donde una sola dosis alta de plaguicida basta para provocar la intoxicación.
De otra parte están los casos crónicos como cánceres, leucemia, necrosis de hígado, malformaciones congénitas, neuropatías periféricas, cefaleas persistentes y dolores. En estos el daño se manifiesta luego de un largo tiempo de contacto con el pesticida, dificultando su detección.
A nivel económico, los costos directos de producción de papa (cercano a los 8 millones de pesos por fanegada) corresponden en 50% al uso de agroquímicos, distribuidos en fertilizantes (25%), insecticidas (18%) y fungicidas (7%). Por ello, el uso inadecuado y excesivo de los agroquímicos no solo pone en riesgo la salud de los consumidores, sino también el bolsillo de los productores.