Cultura Tumaco-La Tolita centró su culto en representaciones femeninas
El tumaqueño Moisés Montaño, magíster en Antropología con énfasis en Bio-arqueología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, analizó el culto a esta deidad femenina en la región Pacífica entre Colombia, Ecuador y Perú para su investigación “Chamanes, caciques y seres mitológicos representados en el arte cerámico de la cultura Tumaco-La Tolita, en el periodo regional Clásico (VI a. C. – VI d. C.)”.
Estudiando las figurinas arqueológicas –o figuras fabricadas en arcilla– modeladas hace miles de años por los miembros de esta cultura, el investigador identificó las más representativas, es decir las que aparecieran reiteradamente con diseños como decoraciones y particularidades que indicaran estatus, religión, poder, vida, muerte y transformación.
Para el caso de esta cultura precolombina, y según el registro del material arqueológico encontrado en lugares asociados con contextos funerarios como en la isla de La Tolita, se evidenció la elaboración en cerámica de figurinas antropomorfas (apariencia humana), zoomorfas (animal) y teriomorfas (humano-animal), con un alto nivel decorativo en diseños elaborados en masa y en serie.
Estas características indicarían que estas figurinas representaban o aludían a prácticas rituales chamanísticas, culto a deidades o seres mitológicos asociados con alumbramientos, maternidad, fertilidad de cultivos, y el imaginario de una dualidad post mortem hombre-reptil.
Así mismo, entre los personajes más frecuentes en las piezas, la investigación destaca 248 figuras femeninas de diferentes culturas, destacando la tradición Chorrera del Ecuador, de la que se analizaron colecciones en 5 museos, tanto ecuatorianos como colombianos, asociadas con un mismo personaje, lo cual permite establecer un culto a estas figurinas.
Las piezas tienen entre 5 y 78 cm, los brazos abiertos y en posición de pie, lo que coincide con otras de culturas contemporáneas de diferentes regiones de Colombia y de países vecinos como Perú. El análisis de estas piezas presume que estas representan la fertilidad y la abundancia, debido a que son mujeres.
El culto a lo femenino no fue exclusivo de la cultura Tumaco-La Tolita. Durante las visitas a las colecciones privadas en Tumaco, museos de Quito y Esmeraldas (Ecuador), Popayán y Cali, el magíster analizó imágenes de otras culturas y perfiló las más comunes, destacando que en la cultura Zenú (200 a. C. – 1600 d. C.), asentada en Montelíbano (Córdoba), también se elaboraban estatuillas femeninas en arcilla, incluso más que masculinas.
Así llegó a la figurina más importante: la Diosa Madre Tumaco-La Tolita, que por su similitud se encuentra referenciada en las culturas Chorrera (1300 a. C. – 300 a. C.), la peruana Vicús (500 a. C. – 400 d. C.) y la ecuatoriana Jama Coaque (335 a. C. – 1532 d. C.).
A pesar de que los Tumaco-La Tolita realizaron representaciones cerámicas de diferentes seres animados como chamanes, animales de distintas especies e incluso vegetales, la Diosa Madre Tumaco-La Tolita se presenta como una manifestación religiosa que se mantuvo en la cúspide del dogma mitológico y religioso de esta sociedad mientras existieron como cultura.
Esta tradición cultural precolombina toma su nombre de los dos sitios arqueológicos más representativos: la bahía de Tumaco en Colombia y la isla La Tolita en Ecuador. Sus orígenes se remontan a los primeros pobladores de la cultura Chorrera del Ecuador, desde principios del primer milenio antes de Cristo, y para el año 600 a. C. aparecieron las primeras ocupaciones en la isla La Tolita.
Con el paso del tiempo la cultura se transformó lentamente y se volvió más regional; para el año 350 a. C. se había convertido en Tumaco-La Tolita. En esta isla ecuatoriana se cree que se había constituido un centro ceremonial, ya que se han hallado numerosas piezas de culto, elaboradas en oro y cerámicas.
Los Tumaco-La Tolita se destacaron construir montículos de tierra conocidos como tolas y elaborar cerámicas grisáceas de excelente calidad que reflejan una tendencia realista y comprueban la existencia de un intenso sentido religioso ligado a la naturaleza que los rodeaba, además de detallar un marcado realismo en las expresiones de sus personajes.