Con bitácora en mano y montado en su mula, Josep Cuatrecasas y Arumí realizaba sus expediciones en medio de las selvas, montañas y páramos del país, con el objetivo de colectar una gran diversidad de especies vegetales, particularmente, su favorita, Asteraceae perteneciente a la familia de los girasoles.
En medio de la espesa vegetación del Pacífico, a Cuatrecasas se le veía acompañado del naturalista vallecaucano Víctor Manuel Patiño, con quien recolectaba ejemplares en una afinada cajuela hecha en guadua y cubierta con cuero de vaca, a la que llamaban "petaca". En esta, almacenaban el material vegetal colectado: ejemplares botánicos fértiles (con flores y hojas) y muestras de tallos de árboles maderables, cuyo proceso de colección era bastante riguroso.
El profesor Luis Eduardo Forero Pinto, biólogo-botánico y curador del Herbario Josep Cuatrecasas y Arumí de la Universidad Nacional de Colombia en Palmira, cuenta que los caminantes emprendían viajes de más de cuatro días a los diferentes ecosistemas del Valle, Cauca, Nariño, Risaralda y Caldas, donde se internaban en la preciada biodiversidad colombiana.
"Cuatrecasas siempre fue muy metódico en su profesión. En su bitácora apuntaba cada detalle de la colección, las condiciones ambientales, los tipos de suelo, la ubicación geográfica, las características botánicas y los aspectos culturales que rescataba de campesinos de la zona. Luego, aplicaba formol a sus hallazgos y los organizaba en pliegues de papel periódico para que no perdieran su calidad", sostiene el profesor Forero.
Inmerso en los bosques
No es para menos, este experimentado botánico, que nació en 1903 en el municipio de Camprodón, al norte de España, fue un apasionado por las plantas y un científico admirador de la vegetación colombiana, particularmente de los páramos, donde se le veía de manera constante colectando especímenes botánicos.
"Llegó a Colombia en 1932 como delegado español, en el bicentenario del natalicio de José Celestino Mutis (6 de abril de 1732); desde entonces, quedó sorprendido con la flora y fauna. En 1939 decidió exiliarse en el país para conocer más de la vegetación colombiana", relata el docente.
Cuando fue nombrado profesor del entonces Instituto Botánico (ahora Instituto de Ciencias Naturales de la un), estudió ampliamente esa inmensa frondosidad, sobre todo cuando ingresó a la Comisión Botánica del Valle, de la que fue director entre 1943 y 1947. Lo anterior le permitió sumar significativas especies a su más preciado tesoro: un repertorio de 15.000 ejemplares botánicos de diferentes partes del suroccidente colombiano.
"De esa grandiosa colección, el maestro Cuatrecasas identificó más de 1.500 especies nuevas para la ciencia. Entre ellas, el conocido borojó, que bautizó como Borojoa patinoi, en honor a su querido amigo de travesías botánicas Víctor Manuel Patiño", relata el profesor Eugenio Escobar, quien se desempeñó durante 32 años como curador del Herbario.
La portentosa muestra vegetal es conservada, 82 años después de su recolección, en el herbario de la Sede Palmira, protegida en modernos compactadores bajo las más estrictas normas de conservación y seguridad.
Esta importante colección ha servido a científicos del Instituto Alexander Von Humbolt como fuente de información para la publicación del Libro Rojo de Especies en Peligro. La tarea científica es realizada periódicamente por estudiantes e investigadores de la Sede Palmira, quienes utilizan ejemplares del Herbario para evaluar en qué nivel de amenaza se encuentran las especies de diversos lugares del país.
"Si no tuviéramos estos datos, no conoceríamos los ejemplares que existieron en el Valle y su nivel de vulnerabilidad. De esta manera, mostramos la gran diversidad de la región y la taxonomía de todas las especies", dijo el profesor Dariusz L. Szlachetko, decano de la Universidad de Gdansk (Polonia), en una visita realizada al Herbario.
El Herbario
No se puede negar que el esfuerzo y dedicación del botánico, durante la dirección de la Comisión Botánica del Valle, motivó a Ciro Molina Garcés, entonces secretario de Agricultura del Valle, a consolidar en la Escuela Superior de Agricultura este herbario, considerado uno de los mejores a nivel nacional y fundado por el científico Jesús María Duque y la botánica Edith Dryander.
En 1946, cuando la escuela pasó a formar parte de la Universidad Nacional de Colombia, como Facultad de Agronomía, el herbario quedó bajo su tutela y cuidado, hasta 1988, cuando por resolución del Consejo de la Facultad de Ciencias Agropecuarias fue nombrado Herbario Josep Cuatrecasas y Arumí, como un homenaje a este gran botánico.
"Actualmente, conservamos cerca de 20.000 ejemplares que representan más de 4.500 especies vegetales. La familia más importante, en términos de cantidad, es Asteraceae, con 115 géneros y 325 especies; sigue la de las gramíneas Poaceae (Graminae), con 295 especies; luego la del café Rubiaceae, con 213; y finalmente la del fríjol Fabaceae, con 183", afirma el profesor Forero.
Además, cuenta con una xiloteca (colección de maderas) que incluye 170 fragmentos de leños que protegía el propio Cuatrecasas en sus "petacas"; asimismo atesora una carpoteca (colección de frutos) de 160 muestras. Estos dos archivos se complementan, pues se puede apreciar el ejemplar botánico y su respectivo fruto.
La más antigua
El Herbario conserva un ejemplar de Anthurium splendidum W. Bull ex Rodigas, la pieza botánica más antigua de la colección, que constituye una magnífica muestra de la rica biodiversidad del país.
Su magnitud sorprende al verla de cerca, ya que implica trasladarse a 1850, época en la que el bogotano José Jerónimo Triana, de 25 años de edad y apasionado por la botánica, llegó al Valle del Cauca para recolectar ejemplares localizados desde la desembocadura del río San Juan, en el departamento de Chocó, hasta el sur de Tumaco, en Nariño.
En sus travesías por el Pacífico, reunió cientos de importantes muestras, entre ellas el Anthurium splendidum, una especie llamada vulgarmente "anturio" y recolectada en abril de 1853, en la provincia de Barbacoas y Buenaventura. En principio, formó parte de la colección del Instituto de Ciencias Naturales de la UN y, posteriormente, del Herbario Josep Cuatrecasas y Arumí.
"Este ejemplar, indiscutiblemente, nos muestra la importancia histórica, cultural y científica de la expedición realizada por Triana; lo hemos conservado intacto en el Herbario. Teniendo en cuenta los datos consignados en la etiqueta de campo, aparece como útil contra la mordedura de la "verrugosa", una de las serpientes más venenosas del Chocó", afirma el curador.
Entre tanta diversidad, el actual curador del Herbario concluye que esta colección, además del gran valor científico, tiene un importante valor histórico y cultural, lo que la constituye en patrimonio material para el país.
"En el herbario, la riqueza vegetal, representada por la gran variedad de flora colombiana, goza de un espacio para su conservación y difusión. Este lugar es, para los colombianos, un legado para conocer de cerca", concluye Forero Pinto.