Creciente urbanización, la mayor amenaza de humedales, lagunas y ríos del Amazonas
Todo río construye a lado y lado de la ribera una ronda hídrica para encauzar el exceso de caudal, pero cuando estos espacios son ocupados por las personas, esta variación directa del entorno tiene efectos negativos en el ecosistema y genera un deterioro ambiental.
Así por ejemplo, “cuando una cuenca se queda sin bosque, pierde la capacidad de guardar el agua para liberarla en épocas de sequía”, explica el biólogo Santiago Roberto Duque, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia y director del Grupo de Investigación en Limnología Amazónica de la Sede.
Estos factores han generado fases extraordinarias, como la disminución del caudal sucedida en 2005 y 2010, o el aumento exagerado, como pasó en 2011, 2012 y 2015.
Por ejemplo, en enero de 2022 se presentó un fenómeno de drástica reducción del caudal del río Amazonas, que no se daba desde 1992 y que llevó al cierre de la bocatoma del acueducto de Leticia por la disminución del nivel de agua en la quebrada Yahuarcaca, que depende de las aguas del Amazonas.
“Aunque este comportamiento forma parte de la variabilidad hidrológica, el mal manejo de las cuencas incide directamente en estas situaciones, ya que genera destrucción ambiental, cambios extremos en los ecosistemas y grave impacto en la biodiversidad”, señala el biólogo.
Agrega que “tres décadas monitoreando y modelando el comportamiento del río a su paso por el departamento nos permiten concluir que en los niveles hídricos de los humedales de Yahuarcaca y del río Amazonas incide más el comportamiento humano que la afectación generada por el cambio climático”.
“Y aunque este es un fenómeno global que puede generar alteraciones como exceso o defecto de lluvias, en el Amazonas de alguna manera se siguen repitiendo los ciclos con algunas variaciones que son normales. Lo que en realidad está causando una afectación grave es el manejo inadecuado de las cuencas y del agua”, recalca el experto.
Cuando se tala el bosque se pierden árboles, arbustos, plántulas y lianas, pero lo más grave es que el suelo –que es muy pobre en nutrientes– queda expuesto al calor solar y al agua, que en la época de lluvia lo lava y erosiona haciéndolo infértil y arrebatándole la posibilidad de recuperarse.
Con la deforestación también desaparece la fauna que acompaña el bosque y se altera la dinámica natural de los miles de arroyos que existen en la región. Al quedar desprotegidos de sus bosques ligados a las riberas de los ríos (riparios o de galería), los sistemas fluviales cambian drásticamente sus patrones de aumento y disminución de caudales –e incluso el color de sus aguas–, que ahora transportan toneladas de sedimentos llevándose el suelo.
Los estudios realizados por la UNAL Sede Amazonia han permitido reconocer la naturaleza geográfica, climática e hidrológica del territorio amazónico.
“Por estar ubicada cerca de la línea ecuatorial, Colombia tiene fluctuaciones de lluvias, por lo que en algunos lugares del territorio llueve dos veces al año, es decir que se presenta un patrón bimodal”.
“Esta situación se presenta en la cordillera de los Andes y en los valles interandinos, por ejemplo, pero así mismo en Cauca y Magdalena los patrones son monomodales porque tienen un gran periodo de lluvias”, explica el profesor Duque.
En buena parte de la Amazonia y la Orinoquia se da el patrón monomodal. Al llover, el agua drena por pendiente –debido a la topografía– hacia un punto determinado y forma la cuenca, desde donde desagua a un punto final formando también macro, meso y microcuencas.
Lo anterior indica que todos los ríos de la región obligatoriamente cambian de nivel: primero llevan más agua por el cauce, y a mayor velocidad debido a su caudal, lo que explica por qué se desbordan: no tenían la capacidad de albergar tanta agua, y por eso surgen las inundaciones como procesos naturales.
“Cada año en la Amazonia la temporada de lluvia en ascenso inicia entre octubre y noviembre y va hasta febrero o marzo, lo que produce las aguas altas, y con ellas el desbordamiento y las inundaciones que afectan los barrios bajos de Leticia”, explica el académico.
Este periodo ocurre hasta junio, cuando inicia la etapa rápida de descenso y el fenómeno del friaje –por la llegada de los vientos fríos antárticos, que cambian la estación en el hemisferio sur–, dando inicio a la temporada de aguas bajas, que va hasta agosto o septiembre, y se reinicia el ciclo.
Existe una variabilidad climática hidrológica, la cual indica que todos los años el fenómeno no sucede igual, y aunque es natural, es importante monitorear y reunir datos para predecir las condiciones naturales. De este trabajo se encargaba antes el Instituto Colombiano de Hidrología, Meteorología y Adecuación de Tierras (Himat) y hoy está a cargo del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).