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Medioambiente

Cráneo de caimanes colombianos se adapta a la zona donde viven y a lo que comen

    Por ejemplo la babilla del Apaporis (Caiman crocodilus apaporiensis), que está acostumbrada a nadar por las raudas aguas de este río del Vaupés, suele alimentarse de peces, caracoles y cangrejos de agua dulce, y por eso la forma de su cráneo es alargada y delgada y la fuerza de su mordida es menos fuerte debido a que los alimentos que ingiere no requieren de mayor trituración. Así lo evidencia un estudio realizado en cuatro subespecies de caimanes o babillas, tres de Colombia y una de Costa Rica.

    La investigación adelantada por el biólogo Nelson Guillermo Falcón Espitia, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá, se centró en la babilla del Apaporis, el caimán de anteojos (Caiman crocodilus)y la babilla (Caiman crocodrilus fuscus), que habitan en Colombia, además del cachire (Caiman crocodilus chiapasius), que habita en Centroamérica.

    “En el estudio se constató que la forma de sus cráneos responde a las características ecológicas de los sitios donde viven y que varía según sus dietas”, anota el biólogo. Es el caso de la babilla de Apaporis y del caimán de anteojos, cuyo hábitat exclusivo son los ríos y caños que nutren las aguas de la gran cuenca de los ríos Orinoco y Amazonas, en Colombia, Venezuela, Brasil, Ecuador y Perú, lo mismo que la babilla, autóctona de ríos, estanques y jagüeyes del Caribe y el Pacífico colombianos, Perú, Ecuador y Centroamérica.

    “Cuando son adultas, estas dos subespecies de babillas se alimentan de ranas, sapos, tortugas, serpientes, gallinas, garzas pequeñas y zarigüeyas grandes y pequeñas, y por lo tanto deben imprimir más fuerza a la mordida para triturar alimentos más duros, incluso huesos, y por eso su cráneo es más corto y grueso”, indica el investigador.

    Importancia de este estudio

    La principal función de los caimanes o babillas es contribuir a la regulación de poblaciones de peces, anfibios, mamíferos, aves y otros reptiles, que son su principal alimento, y por eso son fundamentales en los ecosistemas. También aportan nutrientes a las aguas y evitan el taponamiento de caños lo mismo que la sedimentación de pozos y charcos.

    El biólogo Falcón y la profesora Adriana Jerez, del Departamento de Biología, analizaron 50 cráneos de las tres especies de babillas existentes en el país –resguardadas en el Instituto de Ciencias Naturales de la UNAL Sede Bogotá– y otros tres pertenecientes a Caimán crocodilus chiapasius –depositados en el Instituto Smithsoniano–, a través de la técnica de morfometría geométrica, que busca cuantificar los cambios en la forma de los cráneos mediante el uso de “marcas o puntos” en la parte dorsal y ventral del cráneo, y luego estas mediciones se introducen en un software para su posterior análisis.

    De la especie Caiman crocodilus fuscus se analizaron 30 ejemplares entre juveniles y adultos, y los cambios que se observaron fueron el engrosamiento progresivo del hocico desde la parte prefrontal y frontal, así como un mayor desarrollo de la región posterior de la mandíbula.

    Sin embargo, en las babillas adultas jóvenes se notó un cambio relevante en algunas estructuras del cráneo, como el ensanchamiento de la mandíbula, donde se unen músculos importantes para el proceso de masticación, debido a la alimentación basada en vertebrados, presas que requieren mayor fuerza de mordida para ser agarradas y trituradas.

    Esto es importante, ya que cuando estas babillas nacen la forma de su cráneo es totalmente diferente, con hocicos más largos y delgados, lo cual se relaciona con su dieta en las etapas tempranas del desarrollo, que se basa en artrópodos y moluscos blandos.

    Por lo tanto, se observan cambios morfológicos del cráneo asociados con un mayor desarrollo biomecánico relacionado con la dieta del animal, como se ha visto en otros cocodrilos”, explica el investigador.

    Por otro lado se analizaron 15 ejemplares adultos del caimán del Apaporis, que mostraron cráneos alargados y delgados, probablemente mucho más útiles para nadar en ríos de corriente rápida.

    La dieta de estas babillas se basa en el consumo de peces, por lo que sus cráneos no deben imprimir tanta fuerza como C. fuscus para triturar huesos grandes, haciendo que la forma alargada se adapte mejor a las condiciones ecológicas del ambiente en que viven.

    Al analizar los diferentes cráneos de la subespecie C. crocodilus crocodilus se evidenció que la forma de su cráneo es alargada, aunque no tanto como la de C. crocodilus apaporiensis, lo cual obedecería a que las dos subespecies son cercanas genéticamente y también a que el primero habita en una región geográfica diferente y heterogénea, lo que la hace estar sujeta a diferentes condiciones ecológicas.

    Además de la forma, los investigadores analizaron anatómicamente los huesos del cráneo en estas subespecies, con el fin de encontrar una forma de diferenciarlas entre sí.

    “El estudio del cráneo de estas cuatro subespecies nos permiten observar una forma de contacto diferente entre los huesos frontal y nasal, además de diferencias en los huesos del paladar”, menciona el investigador.

    Otro de los hallazgos evidenciados en el estudio fue que “las poblaciones de la subespecie C. crocodilus chiapasius, que se creía habitaban en el Pacífico colombiano, corresponden realmente a la subespecie C.fuscus.

    “Las características ecológicas de los hábitats de estos animales moldean su morfología porque les imponen restricciones en cuanto a la dieta, y por lo tanto los animales deben adaptarse a estas condiciones ecológicas para sobrevivir”, concluye.