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Medioambiente

Contaminantes orgánicos, amenaza invisible para América Latina

Los contaminantes orgánicos persistentes (COPs) son sustancias químicas usadas en la industria, la agricultura y hasta en campañas sanitarias de fumigación. Sus residuos permanecen en el ambiente durante décadas y pueden generar en los humanos cáncer o daños en el sistema nervioso central. Naciones Unidas, con participación de la Universidad Nacional en la Orinoquia, adelantó un muestreo histórico de estas sustancias en ocho países de América Latina y el Caribe.

Los COPs están formados por compuestos altamente tóxicos con gran capacidad de acumulación en el tejido graso de los seres humanos, la vida silvestre, los suelos y en los sedimentos de ríos y lagos, de los cuales son casi imposibles de eliminar. Un claro ejemplo de la persistencia de estas sustancias es el hecho de que las madres pueden transferir los compuestos a su descendencia a través de la leche materna. A las consecuencias mencionadas en la salud se suman desórdenes reproductivos y alteraciones del sistema inmune.

La inminente amenaza que representan para la salud mundial "debido a que viajan con facilidad de un país a otro a través del medioambiente, su manufactura está internacionalizada y su uso es indiscriminado" ha llevado a los países, incluido Colombia, a integrar el Convenio de Estocolmo, que entró en vigencia el 17 de mayo de 2004. Su fin, reza en las actas, "es proteger la salud humana y el medioambiente de contaminantes orgánicos persistentes, reduciendo o eliminando sus emisiones".

En 2005, Naciones Unidas y el Convenio iniciaron las actividades de muestreo del aire en ocho países de América Latina y el Caribe (Cuba, México, Costa rica, Colombia, Bolivia, Chile, Brasil y Argentina), con el fin de crear el primer registro de la proporción o presencia de estas sustancias en las áreas examinadas y así tener un punto de referencia o de comparación para determinar, a través de investigaciones posteriores, si los COPs han aumentado, reducido o eliminado en el ambiente.

Es necesario aclarar que el análisis realizado en los países mencionados no es representativo para la región en su totalidad, debido a las enormes diferencias en la dimensión geográfica y a las características ecológicas, entre otros factores.

Las sustancias prohibidas contempladas en esta lucha son: aldrin, clordano, DDT, dieldrín, endrín, heptacloro, hexaclorobenceno, mirex, PCBs, PCDDs/ PCDFs y toxafeno; sin embargo, queda abierta la investigación para incluir más nombres en este delicado inventario.

Según Germán Joaquín López, profesor de la UN en la Orinoquia, en el anterior grupo de sustancias se destacan los PCBs porque están presentes en los transformadores eléctricos que, al terminar su ciclo de funcionamiento, no pueden ser arrojados al medioambiente. Por lo tanto, algunas empresas electrificadoras invierten grandes recursos económicos para que otra entidad trate esos residuos. Indicó además que, "lamentablemente, no siempre lo hacen porque no les resulta económicamente rentable, lo que convierte a estos transformadores en un peligro para la salud humana".

Esta sustancia, una vez ingerida ya sea por vía oral o respiratoria, se acumula principalmente en tejidos como el cerebro y el hígado.

Muestras
de calidad de aire


Un muestreador metálico de calidad de aire brilla en plena llanura araucana desde el 2005. Se trata de un dispositivo llamado PUF, el cual simula un pequeño platillo que funciona con una espuma de poliuretano adentro para tomar muestras temporales.

Según el Plan de Vigilancia Mundial de los Contaminantes Orgánicos Persistentes, fueron seleccionadas tres matrices prioritarias para el monitoreo de estas sustancias: aire, leche humana y/o sangre humana, debido a que son parámetros universales que proporcionan información sobre los niveles de exposición a los cuales está sometida la población mundial.

Para esta investigación, América Latina y el Caribe se dividió en cuatro subregiones en las cuales se estima habitan 562 millones de personas hipotéticamente expuestas. Mesoamérica, el Caribe, los Andes y el Cono Sur, que comprenden una zona desde México hasta Argentina y Chile, con 33 países de los cuales fueron seleccionados 8 para ubicar 11 puntos de muestreo en sitios con condiciones medioambientales específicas.

En Colombia, las muestras fueron manejadas por la Universidad Nacional en Arauca, ciudad ubicada a 120 metros sobre el nivel del mar y cuya temperatura oscila entre los 32 y los 40 grados centígrados. Arauca es un departamento con antecedentes históricos en el uso de plaguicidas utilizados en años anteriores para combatir vectores como dengue y malaria. Aunado a lo anterior, algunas de estas sustancias habían sido empleadas para el cultivo de arroz, yuca y plátano, productos que conforman en gran medida la base económica de la región.

El número de compuestos analizados en los ocho países cubrió cuatro plaguicidas: dieldrín, clordano, heptacloro y DDTs, así como los polémicos PCBs, que son un producto industrial. De forma general para los once puntos de análisis, el resultado evidenció el número de veces que aparecieron las sustancias por cada cien muestras.

Los clordanos, generalmente de uso agrícola para fumigación, fueron encontrados en un intervalo de 50 a 60 veces. En segundo lugar, se registraron los PCBs con una frecuencia de 42 apariciones sobre cien muestras. Finalmente, el dieldrín, otro insecticida, se caracterizó por 33 apariciones sobre el panorama anterior.

Una segunda fase de la investigación comenzó este mes. Se espera aumentar de 8 a 15 los países de muestreo, incluyendo a Antigua y Barbuda, Jamaica, Bahamas, Haití, Barbados, Perú y Ecuador.

Latinoamérica y el Caribe son regiones cruciales para la problemática ambiental global, ya que juntas conforman un área que cubre el 15% de la población de la Tierra y cuentan con grandes centros urbanos cuya calidad del aire es pésima. Tal es el caso de Santiago de Chile, Bogotá, Ciudad de México y Sao Paulo, ciudades registradas además en las cifras del Plan de Vigilancia Mundial de COPs, que responsabiliza a la contaminación atmosférica del planeta de 2,3 millones de casos anuales de enfermedades respiratorias crónicas en los niños y 100.000 casos de bronquitis crónica en adultos.