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Política y Sociedad

Construir una ética cívica intercultural, el reto de países multiculturales como Colombia

    “Es esencial que las distintas culturas encuentren puntos comunes, con mínimos de justicia, por debajo de los cuales no se pueda caer, sin caer en inhumanidad; hay un fondo humano en el que todos coincidimos y podemos encontrarnos y es necesario hallarlo para construir sociedades justas”, afirmó hoy por teleconferencia la filósofa española Adela Cortina durante el V Foro Internacional Probidad y Transparencia, organizado por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

    Durante su conferencia “Ética pública: desafíos actuales”, la académica de la Universidad de Valencia (España) manifestó que “aunque es difícil encontrar los mínimos por el multiculturalismo, hay que hacerlo, precisamente para respetar a todos los seres humanos y sus bagajes culturales, pero también por la creciente construcción de polarización que se está viendo en estos tiempos, en la que hay una gran cantidad de personas que intentan crear el esquema amigo-enemigo”.

    En su opinión, “es asombroso apreciar cómo existen polarizadores profesionales, gentes que se encargan de cultivar la polarización para que haya situaciones de inestabilidad y para que las gentes acaben odiándose entre sí. Quien polariza busca sacar ventaja económica o política, por ejemplo”.

    Señaló también que es importante que en una sociedad haya mínimos compartidos con el fin de que se pueda dar una construcción basada en el diálogo y el acuerdo para que la justicia se manifieste.

    “Las instituciones deben apoyar la actividad de la función pública, es decir, todos tienen un sentido y deben tener un fin que debe ser el bien interno para que tenga una especificidad y legitimidad”, mencionó la profesora Cortina, cuyos aportes en el campo de la ética y la equidad social la llevaron a acuñar la palabra “aporofobia” para definir el desprecio social hacia los pobres.

    Según la académica, cualquier servidor público debe tener la vocación y el compromiso de servir a las personas y a la institución, sin buscar un bien externo como el dinero, el prestigio o el poder, sino procurando desarrollar el bien interno como los principios y valores.

    “La profesionalidad, eficiencia, honradez, transparencia, competencia sana, buena utilización de los recursos y el uso de un lenguaje claro, amable y comprensible, son virtudes que debe tener un servidor público”.

    “Cada día se deben cultivar valores como la imparcialidad, igualdad responsabilidad y la justicia”, mencionó.

    “No se deben intercambiar favores por dinero o empoderar a personas incompetentes en cargos para los cuales no tienen el conocimiento ni la capacidad de liderazgo, pues no van a ser capaces de cumplir con las tareas asignadas ni tendrán una visión para el futuro”, enfatizó.

    Ética pública en la educación superior

    La profesora Cortina dijo que la ética pública atraviesa por desafíos nuevos como la recesión democrática mundial, en la que los países pierden su calidad democrática y se mezclan las funciones de los tres poderes principales (legislativo, ejecutivo y judicial); acabar con la pobreza y reducir las desigualdades sociales, pues nadie debe pasar hambre ni sed ni ser pobre; crear una democracia liberal-social que haga posible una economía que acabe con la pobreza y la miseria. Por eso la globalización no debe sustituir a las personas por las máquinas para que realicen determinadas tareas.

    Durante el panel con expertos invitados, la profesora Juny Montoya, abogada, especialista en Derecho de la Universidad de los Andes y educadora, menciona que “el mayor desafío que tenemos como universidad ante la ética pública es formar a los estudiantes y futuros profesionales en una apropiación de lo público, generando un sentido de pertenencia que ayude a salvaguardar el bien público entendiendo que es de todos y no de nadie”.

    Agrega que “otra dificultad que se presenta es institucional, y que la educación se da segregada por clases sociales y el mensaje que se trasmite es que los derechos no son derechos sino privilegios de unos pocos”.

    Así mismo, reflexionó en torno a que la formación curricular es técnica, sin una verdadera reflexión ética, y en la pedagogía los ambientes de aprendizaje son individualistas y no colaborativos.

    Por otro lado, Juan Pablo Duque, doctor en Historia de la UNAL, explicó que “la educación es fundamental y por tanto el educador debe ayudarle al estudiante a formar sus propios criterios para elaborar sus juicios éticos con base en el conocimiento, la prudencia y la sabiduría moral. Es importante que los profesionales pongan el conocimiento al servicio de la comunidad de manera competente y justa”.

    Wilson Herrera, filósofo y economista de la Universidad del Rosario, hizo una reflexión de la enseñanza de la ética en la educación superior, señalando que “la ética, a diferencia de las matemáticas, se enseña dentro del aula y fuera de ella, y por lo general es impartida por las familias, la universidad y los medios de comunicación”.

    La enseñanza de la ética es un problema de acción colectiva y es importante formar a los ciudadanos presentes y futuros en el ámbito político.

    El V Foro Internacional Probidad y Transparencia, centrado en el tema “ética y educación superior”, contó con la participación de la profesora Dolly Montoya Castaño, rectora de la UNAL, quien dio las palabras de bienvenida y afirmó: “hemos venido trabajando en materia de ética y ciudadanía, campos en los que tenemos retos fundamentales como la política pública, llevar la innovación transformativa a los ciudadanos de los diferentes territorios y el tener estudiantes integrales”.

    En la organización de la jornada también participaron la Procuraduría General de la Nación y la Red para la Formación Ética y Ciudadana.

    La sesión del foro se puede ver completa aquí.