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Educación

Combinación de cosmovisión y matemáticas mejoró desempeño académico de estudiantes embera chamí

    En la vereda El Madroño del municipio de Belalcázar (Caldas) se aplicó un programa curricular de enseñanza de las matemáticas que tuvo en cuenta saberes embera chamí, como el hecho de que en su sistema de numeración ellos utilizan su cuerpo para contar, es decir que cuentan con los dedos de las manos y de los pies. Así, los estudiantes indígenas de tercero a quinto de primaria aprendieron sin perder su identidad.

    La idea de implementar esta iniciativa fue de Sergio Joan Vargas Vargas, magíster en Enseñanza de las Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, quien explica que “el sistema numérico refleja su conexión con el cuerpo y la naturaleza. El 1 es ‘aba’, 2 es ‘ome’ o ‘ume’, 3 es ‘umbea’, 4 es ‘kimare’ o ‘chimare’, y 5 es ‘juasoma’ o ‘juesoma’, que significa toda la mano”.

    A medida que siguen contando combinan manos y pies, y al llegar a 20 utilizan la expresión êbêrâ aba, se traduce como “un embera”, que representa un ciclo completo de conteo corporal.

    El magíster afirma que “el sistema educativo colombiano tiende a homogeneizar la enseñanza, ignorando las particularidades culturales y cosmovisiones de las comunidades indígenas”.

    “Por ejemplo las Pruebas Saber 11 (o Pruebas Icfes) evalúan conocimientos a partir de un enfoque occidental que no refleja ni integra los saberes ancestrales, lo que genera una brecha de aprendizaje para estudiantes como los embera chamí, quienes tienen una rica tradición oral y una cosmovisión única sobre el mundo, particularmente en áreas como las matemáticas”.

    Aunque estas pruebas ofrecen una medición estandarizada del rendimiento, plantean desafíos para las comunidades indígenas, debido a las diferencias culturales y sus particulares formas de adquirir conocimiento.

    En este sentido, la Sentencia T-437/20 de la Corte Constitucional establece que los cupos especiales en las universidades públicas se pueden asignar a poblaciones vulnerables como los grupos indígenas. Esta medida se considera como una acción afirmativa que busca equilibrar la desigualdad y garantizar el acceso a la educación superior. Sin embargo, “aunque esta política mejora la equidad en la admisión universitaria, es igualmente necesario que el sistema educativo propicie una educación de calidad desde la primaria, permitiendo que los estudiantes indígenas tengan las mismas oportunidades de formación desde los primeros años”, enfatiza el magíster.

    Cuerpo y naturaleza para contar

    El trabajo del magíster Vargas se desarrolló en el asentamiento “Iuma drua”, de unos 250 habitantes, en donde el 100 % de los estudiantes de tercero a quinto de primaria son embera chamí. Uno de los principales aportes fue la identificación de los sistemas de numeración propios, como el uso del cuerpo humano para contar y la conexión con los ciclos naturales, como las fases lunares, que les permiten entender el tiempo y los números de manera diferente a la visión occidental.

    Además se observó que la implementación de un currículo intercultural mejoró significativamente la motivación de los estudiantes, quienes, antes de la intervención, mostraban un bajo desempeño en matemáticas debido a la falta de contextualización cultural en las lecciones.

    Las encuestas etnográficas aplicadas a los estudiantes mostraron que el 80 % de ellos prefería aprender utilizando ejemplos de su vida cotidiana –como el conteo de los productos agrícolas o el seguimiento de los ciclos lunares para planificar las cosechas– en vez de los enfoques –abstractos para ellos– del currículo occidental.

    La implementación exitosa de la propuesta curricular intercultural en la Institución Educativa El Madroño permitió integrar los saberes ancestrales con el currículo formal, mejorando la comprensión de los conceptos matemáticos entre los estudiantes indígenas.

    Los resultados fueron positivos, con una mejora en las habilidades matemáticas, mayor participación y entusiasmo en las clases, y una colaboración activa de los padres y líderes de la comunidad, fortaleciendo así la relación entre la escuela y la comunidad.