Combinación de ciencia y tradición wayúu preservarían el Parque Nacional Natural La Macuira
La flora del Parque Nacional Natural La Macuira incluye 350 especies, de las cuales 20 plantas inferiores o primitivas, es decir que no tienen flores ni semillas (por ejemplo musgos, líquenes y helechos) se encuentran en el bosque nublado; también es diversa su fauna con más de 140 especies de aves, 17 de las cuales son autóctonas de la región, y y cerca de 20 especies de mamíferos.
Así mismo, posee arroyos intermitentes como el Mekijanao, que se alimentan de la niebla que cubre las cimas durante las noches, todos ellos ecosistemas fundamentales para garantizar fuentes de agua en una región golpeada por prolongadas sequías.
En La Macuira habitan alrededor de 80.000 indígenas wayúu distribuidos en rancherías o pequeños conjuntos de casas que albergan familias de un mismo parentesco por línea materna y diseminadas en el paisaje geográfico cercano a los pozos de agua.
El aumento de rebaños de cabras y ovejas –debido al crecimiento poblacional de la comunidad indigna y la escasez de recursos forrajeros (pastizales)– intensifica la presión sobre las áreas protegidas del Parque, es decir, aumenta la cantidad de veces que los animales comen de los árboles del bosque.
Después de hacer un mapeo genérico de las zonas, Parques Nacionales de Colombia encontró que los animales ingresan a zonas restringidas, lo que dificulta la regeneración de la vegetación y pone en peligro la biodiversidad. Este problema refleja el reto de equilibrar la conservación ecológica con las necesidades de sustento de las comunidades indígenas.
Teniendo en cuenta esta realidad, la investigadora Clara Viviana Rúa Bustamante propone estrategias para equilibrar la conservación del Parque Nacional Natural La Macuira y el sustento de las comunidades indígenas wayúu, idea que desarrolla en su trabajo de tesis para optar al título de Doctora en Producción Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
El trabajo se adelantó en territorio, concertando con las autoridades ambientales del lugar y utilizando la metodología ampliada basada en documentos técnicos y científicos de gestión del conocimiento según Ikujiro Nonaka y Hirotaka Takeuchi, quienes en 1995 expusieron su modelo en espiral de gestión del conocimiento, el cual propone que este es un proceso social y dinámico de justificar creencias personales hacia la verdad y la bondad.
Este primer eje de la investigación buscó integrar saberes tradicionales y técnicos a través de un diálogo continuo con las comunidad; en este ejercicio se observaron cortes específicos en las orejas de los animales según su casta, una práctica que simboliza su linaje.
Dicho método, basado en la observación y el vínculo cotidiano con los rebaños, está profundamente arraigado en su cultura, y por eso los técnicos propusieron introducir sistemas de identificación mediante chapetas o tatuajes alfanuméricos, para permitir un monitoreo más preciso del peso, la reproducción y la salud de cada animal para determinar el momento adecuado para venderlo o identificar problemas de salud a tiempo.
El segundo eje de la investigación consistió en un enfoque diferencial para reconocer el valor cultural de las prácticas, y el tercero en un análisis de sistemas pastoriles donde se estudiaron las rutas de pastoreo, que incluyeron un registro detallado de los trayectos diarios de los animales entre las 7 a. m. y las 4 p. m., los tipos de vegetación consumida y preferida por las cabras y ovejas como el trupillo y el dividivi, especies nativas adaptadas a las condiciones adversas del desierto, y por esa razón esenciales para el equilibrio del ecosistema del Parque.
A partir de los resultados de su trabajo, la investigadora propone rutas planificadas de pastoreo parareducir el impacto en áreas ecológicamente sensibles, bebederos artificiales paraevitar el contacto directo de los animales con las fuentes de agua, áreas silvopastoriles con la creación de espacios intensivos con hasta 5.000 árboles por hectárea para garantizar la disponibilidad de forraje en zonas específicas.
“Estas soluciones no son impuestas; surgen de un proceso colectivo donde las voces wayúu son fundamentales”, enfatiza. Por último, recomienda seleccionar animales productivos con el fin deimplementar criterios técnicos para optimizar el tamaño y calidad de los rebaños sin reducir su cantidad. “No se trata de cambiar su forma de vida, sino de potenciarla con herramientas que garanticen su sostenibilidad”, concluye.