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Desarrollo Rural

Científicas de la UNAL lideran iniciativa de agricultura circular con insectos en comunidades de excombatientes del Guaviare

    El corregimiento de El Capricho (Guaviare) es el escenario de este proyecto, uno de cuyos objetivos es fortalecer la producción de insectos y mejorar las condiciones de cría, pues las larvas de mosca soldado negra son una fuente de proteína muy buena, rica en nutrientes y grasas saludables, que puede complementar la alimentación de pollos y cerdos convirtiéndose en una alternativa sostenible y más económica. La iniciativa fue una de las seleccionadas por el “Programa Orquídeas, mujeres en la ciencia”, y es financiada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias).

    En un esfuerzo por promover la paz y el desarrollo en zonas afectadas por el conflicto armado en Colombia, la bióloga Katherine Barragán, egresada de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y posdoctora en Entomología de la Universidad de Wageningen (Países Bajos), y la profesora Karol Barragán, de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia, directora del Centro de Investigación de Artrópodos Terrestres (CINAT) de la UNAL, han unido fuerzas para liderar una iniciativa centrada en el aprovechamiento de los insectos, particularmente de la mosca soldado negra, para producir concentrado animal y biofertilizante agrario.

    El trabajo se basa en la premisa de la economía circular, una estrategia que se desarrolla en la producción agrícola y que busca generar el menor impacto posible sobre los recursos naturales, económicos y la biodiversidad, en donde los residuos orgánicos se convierten en recursos valiosos.

    “Además de fortalecer la producción de insectos y mejorar las condiciones de cría de la mosca soldado negra, el propósito es que los residuos de la producción de insectos, como sus excrementos y sus exoesqueletos (que es como el caparazón que ellos van mudando), junto con residuos de cáscaras de frutas o vegetales, se transformen en biofertilizantes que nutran los suelos con compuestos esenciales como quitina, nitrógeno, fósforo y potasio, haciéndolos más fértiles”, explica la bióloga Barragán.

    Agrega que, “según estudios realizados en Países Bajos (líder mundial en la producción de insectos), la quitina presente en los exoesqueletos tiene un impacto crucial, pues es una sustancia que recluta bacterias beneficiosas para el suelo, promoviendo mayor absorción de nutrientes por las plantas. El resultado fue un aumento significativo en el crecimiento de las plantas tratadas, que alcanzaron más desarrollo de la planta y sus frutos que aquellas que no recibieron esta mejora nutricional”.

    La iniciativa se basa en la experiencia de la profesora Karol Barragán con el proyecto “Insectos por la Paz”, que ella lidera desde 2019 en la UNAL y que se fundamenta en la producción de insectos, la transformación social y el impacto en la construcción de paz en Colombia, y mediante el cual se han abordado estudios sobre proteína de grillo doméstico, producción de larvas de cucarrón y otros insectos del país.

    Oportunidad para la paz y el desarrollo rural

    El proyecto se adelanta en la ETCR Jaime Pardo León, en donde residen excombatientes de las FARC. Allí la comunidad ya contaba con una planta de producción de moscas, gracias al acercamiento previo de la académica Barragán; ahora la iniciativa no solo busca impulsar la producción de insectos para economizar los procesos agrícolas y la sostenibilidad de la región, sino también fomentar la reintegración social y económica de estas comunidades.

    La importancia de la iniciativa radica en su capacidad de fortalecer comunidades campesinas y de firmantes de paz, quienes pueden aprender un nuevo oficio y formar parte de un proceso de reincorporación a la sociedad, además de contribuir a reducir el impacto ambiental promoviendo prácticas agrícolas circulares y conservando los recursos naturales.

    La bióloga de la UNAL destaca que “es muy cautivador encontrar esta comunidad tan interesada en crear este proyecto y tan comprometida con la paz. Ha sido súper bonito ver cómo quieren trabajar en estos proyectos productivos y eliminar el estigma de haber pertenecido a un grupo armado; proponen cosas y buscan mejorar con los recursos limitados que tienen a partir de su conocimiento empírico”.

    La investigación ofrece una ventana de oportunidades hacia un futuro más sostenible y próspero para las comunidades rurales, pues al aprovechar los recursos naturales de manera innovadora no solo se promueve la productividad agrícola sino que también se fomenta la paz, el desarrollo rural y se abren caminos a una convivencia armoniosa entre el ser humano y el medioambiente. “Al priorizar la investigación y la implementación de prácticas agrícolas sostenibles podemos construir un futuro en donde la paz y el progreso florezcan en las tierras que ellos tanto necesitan”, concluye la investigadora.