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Canto de aves nocturnas del río Cauca ofrecen datos sobre su distribución

    Con grabadoras automáticas que registraron durante un minuto los sonidos de la noche, en intervalos de diez minutos y durante días, se corroboraron factores ambientales como pendiente, humedad o altura del dosel o la copa de los árboles, que influyen en la presencia de currucutús, pavas negras, búhos de anteojos y chotacabras en el cañón del río Cauca. Los hallazgos son prometedores ante la poca investigación que se hace sobre la fauna nocturna de la región tropical del continente americano (Neotrópico).

    El estudio de los animales nocturnos y sus entornos sigue siendo un reto para los científicos. La oscuridad, el comportamiento evasivo y las condiciones climáticas de la noche –como las bajas temperaturas, la niebla y la lluvia– dificultan la observación y los análisis de los investigadores.

    “De las aves nocturnas aún hay desconocimiento y poca investigación, sobre todo en el trópico, donde las condiciones geográficas agrestes y la vegetación compleja dificultan su estudio”, explica Laura Hoyos-Cardona, magíster en Bosques y Conservación Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.

    Por eso, los avances tecnológicos como las cámaras trampa y las grabadoras de sonido, que permiten omitir en trabajo de campo nocturno, han sido fundamentales para comprender la ecología de este tipo de fauna. “Los sonidos son una muy buena forma de estudiarla, entender qué está pasando con ella, cómo la estamos afectando y qué acciones tomar para protegerla sin intervenir en sus comportamientos naturales”.

    Con el apoyo del Grupo Ecología y Evolución de Vertebrados (EcoEvo), de la Universidad de Antioquia, y mediante la revisión de las grabaciones de sus cantos, captados automáticamente durante un minuto, cada 10 minutos, alrededor de una semana entera, en 80 puntos del cañón del río Cauca, la investigadora Hoyos-Cardona rastreó la presencia de las cuatro especies con mayor presencia en el área: el currucutú (Megascops choliba), el búho de anteojos (Pulsatrix perspicillata), la pava negra (Aburría aburrí) y el chotacabras o gallina ciega (Nyctidromus albicollis).

    “La falta de información ha infundido algunos miedos y rechazos injustificados hacia estas especies. A algunas se las asocia con brujas y malos presagios, lo que ha llevado incluso a agresiones. Por eso es fundamental reconocerlas y aprender más sobre su ecología”, continúa.

    Más que escuchar: ver los sonidos y leer los contextos

    La magíster trabajó con más de 200.000 grabaciones capturadas por los dispositivos instalados por EcoEvo, las cargó en Arbimon, una plataforma gratuita de análisis acústico, e identificó a partir del espectrograma –representación gráfica del sonido– de cada especie cómo se distribuían y cómo esto cambiaba según variables externas.

    “El cañón del río Cauca se caracteriza por tener bimodalidad, es decir, períodos de sequía y de lluvias todo el año. Por eso, analizamos la manera en que esto las afectaba, sobre todo en su distribución”.

    Dónde cantan, en qué momento de la noche, en qué condiciones ambientales, si había luna llena o tipo de cobertura, fueron algunos de los factores que sirvieron para modelar matemáticamente su distribución.

    Así, la investigadora Hoyos-Cardona encontró que a cada especie la afectan variables distintas entre las dos temporadas. “Ahora bien, una variable que sí fue importante para la mayoría, sobre todo durante la temporada húmeda, fue la pendiente, es decir, qué tan empinado o plano estaba el terreno”, detalla la magíster.

    Este hallazgo se corresponde con las necesidades ecológicas de las especies –por ejemplo, el chotacabras, se hace al borde de los caminos y captura insectos– y la disponibilidad de los recursos, información que normalmente se estima, pero que, al corroborarla de facto, adquiere peso científico. Señala que, “durante la temporada seca, las especies se detectaban menos. El análisis que hacemos es que quizá el calor excesivo puede estar representando un estrés metabólico”.

    Finalmente, los resultados de la pava negra son relevantes porque es una especie que se ha estudiado muy poco en el Neotrópico y hasta hace poco se encontraba amenazada. “Aunque con ella no pudimos hacer el modelado (por los pocos registros), su presencia y canto es mayor en las zonas más húmedas”.

    Esta investigación, que contó con la dirección del profesor Gabriel Jaime Colorado Zuluaga, adscrito a la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Medellín, demuestra que la acústica como técnica de estudio de la fauna nocturna es muy prometedora en el Neotrópico, siendo clave para profundizar en el conocimiento de las especies de la zona y diseñar estrategias de conservación.