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Salud

Cáncer: para evitar efectos secundarios de la radioterapia se deben ajustar protocolos clínicos

    En maniquíes se simuló la aplicación de 150 dosis de radioterapia por tomografía computarizada de haz cónico (CBCT), una herramienta tecnológica crucial para tratar diversas afecciones oncológicas, ya que proporciona imágenes tridimensionales detalladas del tejido afectado. La prueba evidenció que cuando esta se dirige a tórax, pelvis y abdomen, pese a la prescripción médica, quedan espectros de luz que no se pueden controlar y generan efectos secundarios como resequedad o irritación en la piel, pérdida del apetito, anemia o fibrosis pulmonar.

    La radioterapia es un tratamiento del cáncer que usa altas dosis de radiación para destruir células cancerosas y reducir tumores; aunque es efectiva en algunos casos, su aplicación también puede afectar las células sanas cerca de la zona del tratamiento; incluso, como un efecto tardío, se puede llegar a desarrollar un segundo cáncer. De ahí la importancia de hacer controles de calidad frecuentes a los equipos empleados para realizar dichas tareas y optimizar los niveles de dosis asociados con distintos procedimientos de CBCT, por ejemplo.

    A diferencia de la tomografía convencional, la CBCT utiliza un haz cónico de radiación que optimiza la resolución espacial y reduce la exposición a dosis de radiación frente a las técnicas tradicionales. Por eso se ha integrado cada vez más en la planificación y verificación de los tratamientos radioterapéuticos.

    “Las partículas subatómicas viajan de forma lineal a través de los rayos X, pero si se presenta un mínimo movimiento o desajuste en el dispositivo, la descarga podría afectar otros órganos y tejidos sanos”, explica Yarleidy Paola de la Rosa Rengifo, ingeniería física de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales.

    El foco principal de esta investigación, adelantada de manera conjunta con el Hospital Universitario Fundación Valle de Lili (Cali) y el apoyo del profesor Luis Fernando Mulcue Nieto, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNAL Sede Manizales, recae en la evaluación de los niveles de dosis asociados con distintos procedimientos de CBCT, considerando la variabilidad que puede surgir en la práctica clínica.

    “Además busca contribuir a la ejecución de controles de calidad en los aceleradores lineales de la Fundación Valle del Lili, fortaleciendo así la seguridad y eficacia de los tratamientos radioterapéuticos”, señala la investigadora.

    Estudio con maniquíes

    Para el estudio se utilizaron maniquíes RaySafe Pro-CT, los cuales simulan el tamaño de algunas partes del cuerpo tanto de adultos (de 32 cm) como de niños (16 cm), en este caso pelvis, tórax y abdomen, y se aplicaron 150 controles de calidad para evaluar el tratamiento que recibirá un paciente con cáncer de próstata, de seno, de cérvix, radiocirugía intracraneal o radiocirugía extracraneal, entre otros. Para el montaje, estos se ubicaron en el isocentro del acelerador lineal para simular dichas partes del cuerpo.

    “El maniquí tiene orificios por donde se inserta una cámara de ionización en forma de barra (como un lápiz), la cual promedia el número de iones que se recibe en una dosis de irradiación”.

    “Cuando se realiza el disparo de irradiación el dispositivo guarda el dato en el software RaySafe View, y de ahí se exporta a una plantilla de Excel; este procedimiento se realiza para cada tratamiento aprobado clínicamente en la Fundación Valle del Lili y para los dos aceleradores lineales TrueBeam, con el fin de medir todas las dosis entregadas y enviar los datos recolectados a la Comisión Internacional de Protección Radiológica” , explica la ingeniera física.

    En la investigación, el rango de escáner que se utilizó fue de 0 a 46,5 cm de amplitud; la cantidad de miliamperios por segundo (mAs) con unidades mínimas de 150 mAs y máximos de 1687,5 mAs, y la cantidad de kilovoltios (kV) fue de 100 a 125 kV. Los datos variaron según el protocolo clínico otorgado por el personal médico.

    Según el tipo de cáncer, el tamaño y la ubicación del tumor, entre otros factores, la radioterapia se administra en pequeñas dosis llamadas fracciones y estas se miden en centigrays (Gy o cGy), unidad que calcula la dosis absorbida de radiaciones ionizantes por el tejido.

    Así, la comparación entre las dosis medidas en los maniquíes y las prescritas por los médicos físicos en los protocolos clínicos evidenció que, en efecto, existen porcentajes diferentes en la carga de los iones. Se encontró que: para una pelvis adulta la medida fue de 10.548 cGy, para tórax 15.102 cGy, para la cabeza entera 11.507 cGy, y para el cuerpo completo 13.065 cGy.

    “Estos resultados determinan que los protocolos clínicamente aprobados se encuentran dentro del rango de tolerancia estimado, que es del 20 %. Sin embargo, existen diferencias significativas, como en el caso de la pelvis adulta, en la cual lo prescrito debería ser cargar 5.656 iones, pero el maniquí detectó una carga de 10.548, una cifra considerada como alta y que podría generar efectos secundarios en órganos y tejidos sanos”.

    “Incluso en sesiones cercanas al 20 % –como en la irradiación de cabeza completa y tórax–, aunque no se excedieron los límites, es importante tener en cuenta que este proceso se repite varias veces durante el tratamiento, es decir que si se suma la constancia de la radiación, con el tiempo podría superar el nivel de tolerancia establecido”, explica la investigadora.

    El aporte realizado en este trabajo es importante si se tiene en cuenta que, pese a la existencia de medicamentos, quimioterapia, cirugía oncológica y radioterapia, entre otros tratamientos para frenar la acción letal del cáncer, este sigue siendo un asesino en serie: en 2023 cada día murieron alrededor de 3.800 personas solo en las Américas (110 en Colombia), según la Organización Panamericana de la Salud.