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Medioambiente

Boyas de amarre y turismo científico disminuirían impacto del buceo en San Andrés

    Entre 2021 y 2022 más de 60.000 personas que visitaron la isla de San Andrés para realizar esta actividad recreativa; sin embargo, la falta de capacitación de algunos operadores de buceo, la poca oferta de servicios y el uso de anclas de arrastre deterioran los corales y los organismos que habitan allí. Implementar y hacer el mantenimiento a las boyas de amarre, charlas previas de cuidado ambiental y ofertar otras modalidades de buceo, como el científico o con propósitos ambientales disminuirían el impacto de esta actividad en los arrecifes.

    Los arrecifes de coral del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina resaltan por su gran extensión, pues ocupan más del 5 % del mar Caribe y el 76 % de los arrecifes de Colombia que albergan más de 2.300 especies. Aunque fueron parte fundamental de la declaración de la Reserva de la Biósfera Seaflower, se encuentran en riesgo por la contaminación, la sobrepesca e incluso por el buceo cuando este no se realiza con la capacitación adecuada.

    “Entre 2021 y 2022 cerca de 60.336 personas ingresaron al Archipiélago para realizar esta actividad de los cuales el 68 % son principiantes. Es de resaltar que la Isla está recibiendo este tipo de turistas que nunca han realizado la actividad o que no cuentan con una certificación”, expresa Alejandra Pulido Caicedo, bióloga y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien busca proponer aspectos para hacer más sustentable esta actividad. 

    Para la magíster, las charlas introductorias con enfoques ambientales y la capacitación previa a realizarse esta actividad son fundamentales, pues son diversas las investigaciones que muestran cómo usuarios poco capacitados y entrenados producen mayores efectos negativos, pues los buzos pueden dañar los corales al tocarlos, apoyarse en ellos o pasar demasiado cerca. 

     “A los usuarios primerizos en esta charla no se les indica sobre las consideraciones ambientales, por ejemplo, que el Archipiélago hace parte de la biósfera o que los arrecifes son ecosistemas frágiles”. 

    En ese sentido, uno de sus resultados más relevantes mostraría que los sitios Nirvana, Big mama, El Faro, Wild Life y la Pirámide puntos de mayor uso de buceo requieren un manejo especial de las autoridades, ya que se estaría excediendo la capacidad de carga –cantidad máxima de personas que pueden visitar–.

    Para ello, se basó en la última información suministrada de la capacidad de carga realizada en el 2001 por la Universidad de Pereira y los comparó con los valores de intensidad de uso donde encuentra que durante media jornada hay entre 129 a 165 buzos, lo que significa hasta 4950 buzos al mes. 

    “En sitios como La Pirámide se estaría excediendo su capacidad de carga. Esto teniendo en cuenta que sea la misma en 20 años, pues la capacidad de carga no es un valor estático, sino que se establece de acuerdo con el estado del arrecife, si el arrecife mejora la capacidad será mayor. Pero en conversaciones con los buzos manifiestan que sí han visto una degradación constante de los arrecifes en los últimos años”.

    Hacer práctica sostenible, el gran reto

    La investigadora explica que el mal estado de las boyas (señalizadores de las zonas de buceo) o la falta de mantenimiento de las mismas provocan el uso de anclas que se lanzan al fondo del mar, se arrastran y se llevan consigo organismos como los corales o las esponjas. Por eso, propone retomar el proyecto de boyas de amarre para evitar las anclas de arrastre. 

    Añade que diversificar la oferta de servicios ayudaría a disminuir los impactos de la actividad “El 85 % de los servicios ofertados se basa en el minicurso y la oferta debe ser diversa encaminado hacia un buceo científico o con propósito ambiental, enfocado a la caza del pez león como especie invasora o la colecta de residuos en el mar”.

    Los resultados se encontraron al aplicar 250 encuestas con 27 preguntas diferentes a los usuarios de la actividad y a las escuelas de buceo. Además, realizó observaciones en 29 de 40 puntos registrados en la isla, una información que después se procesó estadísticamente para entender cuál es el perfil del buzo que está llegando, los operadores y los sitios de buceo.

    Para el análisis de la misma consideró las tres dimensiones de la sostenibilidad: la ecológica, la económica y la social. Con ello se entendió qué factores obstaculizan el uso sustentable, como el poco apoyo del Gobierno o los bajos conocimientos sobre los procesos ecológicos y la intensidad de uso de los sitios autorizados para el buceo.