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Ciudad y Territorio

Bogotá, cada vez más confinada entre rejas

  • Las rejas, o bordes sin relación con el exterior, crean calles asépticas y entornos desolados. Fotos: Luis Palacios ' Unimedios

  • Los escasos accesos fomentan un tipo de segregación espacial con implicaciones para la vida urbana y social.

  • Fernando de la Carrera, arquitecto y profesor de la Universidad de los Andes, invitado a dar su conferencia 'Rejalópolis'.

  • Los residentes de conjuntos cerrados adquirieron control sobre la seguridad, hasta entonces responsabilidad de entes gubernamentales.

  • La conferencia se desarrolló en el Museo Leopoldo Rother, de la UNAL.

Los escasos accesos, rodeados por muros o rejas que cobijan enclaves destinados exclusivamente a la vivienda de poblaciones relativamente homogéneas, fomentan un tipo de segregación espacial con implicaciones para la vida urbana y social que trastocan de manera drástica el modelo de ciudad tradicional o abierta, en el que venían encaminadas.

Así lo señala Fernando de la Carrera, arquitecto y profesor de la Universidad de los Andes, invitado a dar su conferencia "Rejalópolis" en el Museo Leopoldo Rother, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), donde señaló que este invento, relativamente nuevo, se ha convertido en un importante modelo de vivienda, llegando a representar el 23 % del área construida en vivienda en Bogotá desde 1951.

"Desde hace tres décadas el modelo se ha impuesto con mayor fuerza, convirtiéndose desde 2000 en la principal forma de provisión de vivienda. Para el mercado, los promotores y los usuarios, esta forma de habitación es la respuesta adecuada a la inseguridad urbana y poco a poco se ha impuesto como un valor cultural ideal en la forma de ver la ciudad", aseguró.

Para el profesor De la Carrera, la trama urbana tradicional, que obedecía a los requerimientos de infraestructura de predios individuales, ha sido reemplazada por supermanzanas que originan discontinuidad con las vías de los barrios. Esta característica resulta en ambientes monótonos y en entornos menos permeables que impiden recorridos alternativos que revitalizarían la vida y las relaciones urbanas.

De las características físicas de los conjuntos cerrados de vivienda, el profesor destaca que el ideal es tener el menor número posible de puntos de contacto con el espacio público, propiciando una escasa relación funcional con la ciudad.

"En la mayoría de los casos los conjuntos tienen una portería y un acceso vehicular, y en raras ocasiones se destina un área de comercio o servicio urbano dentro de la manzana. Los apartamentos de primer piso "y en ocasiones los estacionamientos" están bordeados por rejas y muros perimetrales que los separan de la calle", comenta sobre algunos proyectos que visitó para su investigación.

Estas rejas, o bordes sin relación con el exterior, crean calles asépticas y entornos desolados. Para el docente, las calles se han convertido en simples conectores y la ciudad es vista como proveedora de redes de transporte.

A lo anterior se suma la malversación de los primeros pisos de los conjuntos de vivienda, cuando uno de los fines de los proyectos inmobiliarios es obtener el mayor beneficio económico posible.

"Un local en el primer piso en un barrio residencial puede costar un 70 % más que la vivienda y su renta puede estar entre el 0,7 y el 1 % del valor del inmueble, mientras que la vivienda solo renta alrededor del 0,5 %. Rezagar el papel de la vivienda y de sus alrededores para la función única de dormitorio desaprovecha oportunidades para generar riqueza, crecimiento humano y cohesión social", señala.

El profesor recuerda que con la implementación del conjunto cerrado se esperaba la participación de las comunidades en las cuestiones locales y sobre las decisiones de su entorno inmediato; sin embargo esto causó efectos inesperados en temas tan sensibles como la seguridad.

"Los residentes de conjuntos cerrados adquirieron control sobre la seguridad, hasta entonces responsabilidad de los gobiernos locales y nacionales, privatizando, desafiando y tergiversando las normas", comenta el profesor De la Carrera, quien participó en el marco de las conferencias de "Ciudad isla", un encuentro organizado por la Facultad de Artes de la UNAL.

Finalmente, con las calles desoladas, con pocas o ninguna posibilidad de que en ellas pueda surgir algún intercambio, no queda más remedio que desplazarse a un lugar cómodamente dispuesto al resguardo del clima y diseñado para vaciar los bolsillos, con negocios ancla y plazoletas de comidas: los centros comerciales.