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Salud

Así se haría un seguimiento menos invasivo de leucemia en niños

    Tras analizar 95 casos de niños con leucemia linfoblástica aguda B (LLA-B), se determinó que la biopsia de médula ósea, utilizada como método diagnóstico en los estudios de seguimiento y respuesta al tratamiento, no aporta información adicional relevante frente a otros métodos como la citometría de flujo y el aspirado de médula ósea. Omitiendo este procedimiento, el monitoreo es más ágil y permite reducir las intervenciones invasivas, lo que se relaciona con el aumento de la sobrevida de los pacientes.

    La LLA-B afecta la médula ósea y la sangre, y como consecuencia hay un aumento inesperado de células inmaduras de la línea linfoide, las que conocemos como linfocitos.

    En 2020 este tipo de cáncer tuvo una incidencia mundial de 3,2 por cada 100.000 niños y una mortalidad de 1,3 por 100.000 infantes, por eso es muy importante llegar a un diagnóstico y a unas evaluaciones de respuesta al tratamiento de forma rápida y certera.

    En su investigación, Laura Marcela Ramírez Sánchez, especialista en Patología Anatómica y Clínica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), analizó la biopsia de médula ósea utilizada por la Asociación Colombiana de Hematología y Oncología Pediátrica (ACHOP) para detectar oportunamente la enfermedad, que se caracteriza por síntomas como fiebre, sudoración nocturna, aumento en el tamaño del hígado o el bazo, anemia y propensión a las hemorragias.

    En el estudio participaron 95 pacientes entre 1 y 18 años diagnosticados con LLA-B, quienes llevaban 15 días de tratamiento, el tiempo requerido según el protocolo ALL-IC 2009 para evaluar la respuesta inicial al tratamiento.

    Cada caso formó parte del estudio comparativo entre los resultados obtenidos mediante la biopsia de médula ósea y otros métodos diagnósticos comúnmente utilizados, como citometría de flujo y aspirado de médula ósea.

    El procedimiento de diagnóstico de biopsia consiste en tomar una pequeña muestra del tejido blando y esponjoso dentro de los huesos, específicamente de la médula ósea. Esta muestra se analiza en el laboratorio para determinar la presencia de la enfermedad relacionada con la producción de células sanguíneas.

    Por otro lado, la citometría de flujo permite analizar millones de células individuales para identificar patrones específicos de proteínas en la superficie celular, lo que ayuda a distinguir entre las células tumorales y las normales en la médula ósea.

    Y por último, el aspirado de médula ósea se usa para obtener una muestra de las células presentes en la médula ósea, que luego se analiza para detectar anomalías o células inmaduras según sus características morfológicas.

    Los resultados revelaron que en 14 de los 95 casos el aspirado y la citometría no eran concordantes, por lo que se buscó saber si una tercera metodología, en este caso la biopsia de médula ósea, podría ser útil. Sin embargo, solo en un caso la biopsia de médula ósea aportó información significativa que podría haber contribuido en el diagnóstico obtenido por otros métodos.

    La especialista Ramírez sostiene que “estos resultados indican que la implementación de la biopsia de médula ósea no añade un valor significativo en términos de precisión diagnóstica en comparación con la citometría de flujo y el aspirado de médula ósea”.

    Según la experta, estos últimos métodos demostraron ser más rápidos y eficientes en la detección de LLA-B, sin comprometer la calidad del diagnóstico.

    La comparación se centró en la concordancia de los diagnósticos obtenidos a través de cada método. Para ello, se tuvieron en cuenta parámetros que incluían características del paciente como la edad y el estado de su enfermedad, así como la técnica utilizada y la preservación de la muestra.

    Con estos resultados, la doctora sugiere omitir el método de biopsia en el protocolo diagnóstico, lo que permitiría hacer una evaluación más rápida y efectiva de los pacientes, además de disminuir los procedimientos invasivos.

    Dicha mejora en el diagnóstico y tratamiento es especialmente relevante considerando que en 2020 la leucemia tuvo en Colombia una incidencia de 5,2 por 100.000 niños y una mortalidad de 2,3 por 100.000 niños, por lo que se considera un problema de salud pública y es una de las enfermedades trazadoras de la calidad de la atención en salud.

    Para el desarrollo de este trabajo, la especialista Ramírez contó con el acompañamiento del Grupo de Investigación de Oncohematología Pediátrica de la Fundación Hospital de la Misericordia (HOMI), y su Departamento de Patología, dirigido por la profesora de la UNAL Edna Margarita Quintero, y además, contó con la colaboración de Nelson Aponte, pediatra hematoncólogo del HOMI.