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Salud

Ante el uso indiscriminado de psicofármacos, ¿qué hacer con las reacciones adversas?

    En marzo de 2020, con la declaración de pandemia por COVID-19 se evidenció un aumento en la prevalencia e incidencia de la patología mental, duplicando el riesgo de presentar un primer episodio por trastorno psiquiátrico frente a otras enfermedades. Esta también trajo cambios en el estilo de vida, lo cual favoreció el aumento en el consumo de psicofármacos como antipsicóticos, antidepresivos, ansiolíticos e hipnóticos.

    El profesor José Julián López, del Centro de Información de Medicamentos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “los psicofármacos –o fármacos utilizados para tratar enfermedades mentales– tienen un efecto terapéutico en el cerebro, y por ende en el comportamiento de los individuos; se emplean como parte del tratamiento en diferentes trastornos psiquiátricos, ya que favorecen tanto los cambios de conducta como la neurotransmisión sobre el sistema nervioso central (SNC)”.

    Estos se empezaron a utilizar en la década de 1950, y gracias al desarrollo científico se ha diversificado una variedad de antidepresivos, antipsicóticos, estabilizadores del estado de ánimo y ansiolíticos para patologías cada vez más prevalentes.

    Sin embargo, algunos datos reflejan el preocupante panorama del consumo indiscriminado de este tipo de medicamentos en el país. Por ejemplo, entre 2003 y 2008 se reportó el mayor consumo de ansiolíticos e hipnóticos y un aumento de su prescripción médica en el régimen contributivo del Sistema General de Seguridad Social en Salud, con un crecimiento del 135 %.

    Así mismo, un estudio sobre sustancias psicoactivas adelantado en 2013 indica que el uso de benzodiacepinas –medicamentos para tratar padecimientos psíquicos o neurológicos– sin prescripción médica es más frecuente en la población entre 18 y 30 años, con aumento importante en estratos socioeconómicos medio y alto; además, el mayor consumo se da entre las mujeres.

    De igual manera, una investigación reciente –aún no publicada– identificó que entre 2017 y 2021 los medicamentos con mayores ventas fueron los antisicóticos quetiapina y levomepromazina, y la clozapina, utilizada para el control de la esquizofrenia.

    “¿Qué pasa con los tratamientos farmacológicos cuando hay un trastorno de salud mental?” se pregunta el académico en el artículo publicado en Periódico UNAL y que forma parte del especial “Es ‘una locura’ no priorizar la salud mental en Colombia”.

    “Para entender este tema es necesario precisar cómo trabajan las neuronas; estas unidades funcionales del sistema nervioso son las células encargadas de transmitir impulsos nerviosos, motores o sensitivos a todas las partes del cuerpo, además de crear puentes de comunicación dentro del mismo cerebro”, señala el docente López.

    La transmisión se realiza de dos maneras: a través de corrientes eléctricas –que se pueden evidenciar en el electroencefalograma– y mediante neurotransmisores (NT), sustancias químicas que incluyen la serotonina, la dopamina y la acetilcolina. La teoría más aceptada hoy sobre la causa de las enfermedades mentales se relaciona con la alteración de los NT.

    ¿Qué pasa con la farmacoterapia?

    Para el experto, “aunque en la actualidad esta ciencia tiene como objetivo bloquear, imitar o modular algunos de los tantos NT existentes en el cerebro, además de producir un efecto benéfico en una patología, pueden producir molestias en otras funciones cerebrales, dado que un mismo NT se puede encontrar en diferentes vías del cerebro”.

    Por ejemplo la risperidona, fármaco utilizado en el tratamiento de enfermedades mentales graves (esquizofrenia, episodios maníacos), mientras por una parte puede mejorar la sintomatología, por la otra puede incrementar la producción de prolactina, provocando reacciones adversas.

    “La naturaleza de los psicofármacos es ajena a la biología humana, por eso todos tienen potencial para causar algún evento no esperado así se tomen en las dosis y condiciones recomendadas por el médico. También puede ocurrir que mientras el cuerpo se adapta a las primeras dosis se presenten molestias en el organismo, por lo que el médico deberá ajustarlas para disminuir sus efectos y hacer más tolerable el fármaco para el paciente”, menciona.

    Indica también que “como no todas las reacciones adversas son graves, no es necesario suspender el tratamiento; es importante consultar con el farmacéutico para identificar con él las reacciones que pueden ser signos de alarma, los horarios y la forma correcta de tomar los medicamentos (fraccionados, en ayunas, entre otros), e incluso qué otros fármacos o productos naturales –prescritos o automedicados– se deben evitar”.

    Según el académico, esta información es útil para disminuir la probabilidad de que aparezcan ciertas molestias. Algunos síntomas inespecíficos –como agitación, alucinaciones, convulsiones y coma– también son reacciones adversas que se deben comunicar oportunamente al especialista tratante.

    Recomendaciones para pacientes con prescripción de estos medicamentos:

    • No se automedique para el insomnio o para la depresión reactiva (por ejemplo, ante la pérdida de un ser querido), pues esta es una reacción normal.
    • Nunca suspenda bruscamente el tratamiento con psicofármacos, ya que puede producir un efecto rebote. Siempre consulte con el médico tratante.
    • Durante el tratamiento no consuma bebidas alcohólicas o sustancias de uso recreativo (cocaína, marihuana, entre otras), ya que pueden potenciar o reducir el efecto de algunos medicamentos. En ciertos casos la enfermedad mental puede estar relacionada con síndrome de abstinencia o consumo excesivo de sustancias de uso recreativo, por lo que se recomienda realizar tratamiento simultáneo o previo para desintoxicación.
    • Después de un tiempo recostado levántese lentamente. Eleve las piernas y muévalas en círculo dos veces para evitar caídas.

    Lea completo aquí este y otros artículos del especial “Es ‘una locura’ no priorizar la salud mental en Colombia”.