Escudo de la República de Colombia Escudo de la República de Colombia
/Ansiedad y depresión afectan a cuidadores de familiares en Bogotá, Cúcuta y Pasto
Salud

Ansiedad y depresión afectan a cuidadores de familiares en Bogotá, Cúcuta y Pasto

    Un estudio de la Facultad de Enfermería de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), realizado en Bogotá, Cúcuta, San Gil y Pasto con 960 cuidadores de familiares con enfermedades crónicas o discapacidad, mostró que 566 de ellos sufren de ansiedad, 392 presentan síntomas de depresión –como tristeza, irritabilidad, ganas de llorar y desesperanza–, y 524 vive en soledad moderada o grave. Para mejorar su bienestar es esencial ayudarles a organizarse, capacitarlos en cuidados médicos para tomar decisiones acertadas y que diseñen estrategias para compatibilizar su vida personal con el cuidado.

    La investigadora Sonia Patricia Carreño Moreno, doctora en Enfermería y docente de la Facultad de Enfermería de la UNAL, afirma que “la prevalencia o proporción de estas condiciones en la población colombiana es muy alta en comparación con países desarrollados como Reino Unido, Estados Unidos o Canadá; además superan la cifra frente a los promedios globales reportados en estudios similares”.

    “Por ejemplo, en la revisión de varios estudios encontramos una prevalencia del 42,3 % de ansiedad, mientras en el nuestro se reportó un 59 %, es decir que los cuidadores colombianos reportan un 17,6 % más este trastorno que un enorme grupo de cuidadores que participaron en estudios de otras partes del mundo, especialmente en países de Norteamérica y Europa, donde estos problemas son más comunes”, añade.

    En cuanto a la depresión y la soledad, las cifras son muy cercanas a los reportes globales, panorama que evidencia una transformación en las dinámicas sociales y familiares en Colombia, pues, considerando que el país tiene una cultura centrada en la familia, debería presentar cifras más bajas.

    “Esto contrasta con la imagen familiocéntrica de nuestra sociedad”, señala la docente. La paradoja radica en que, aunque las familias colombianas suelen ser más unidas, los cuidadores enfrentan un aislamiento emocional significativo.

    Este hallazgo sugiere que se está migrando no solo hacia un perfil epidemiológico marcado por condiciones crónicas, sino también hacia patrones sociales más individualistas, lo que agrava el impacto emocional de los cuidadores.

    Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del DANE, en 2021 se registraron en Colombia 2.847.000 personas con al menos una discapacidad; de estas, el 47,6 % presenta dificultades severas y requiere cuidados permanentes, el 75 % de los cuales son asumidos por al menos una persona del hogar, y en algunos casos más familiares asumen estas labores; esto sin contar las personas con enfermedades crónicas que también requieren acompañamiento y cuidado constante, como afecciones genéticas, enfermedades cardiovasculares, respiratorias y renales, cáncer y diabetes, entre otras.

    El aislamiento detona los problemas psicológicos

    El estudio también reportó que más del 55 % de los cuidadores son los únicos responsables del paciente, con una dedicación a esta labor de 17 horas al día en promedio, durante más de 10 años. El envejecimiento poblacional también agrava la situación, ya que la mayoría de los cuidadores tienen edades avanzadas y riesgos más altos de sufrir ansiedad y depresión.

    “En la relación de cuidado muchos problemas surgen de la interacción humana y de estar en un constante estado de alerta por la persona que depende de mí, por eso es necesario crear espacios donde los cuidadores puedan aprender de las experiencias de otros y encontrar soluciones a los desafíos del día a día”, explica la doctora Carreño.

    En este sentido el estudio también pone en evidencia la alta carga emocional que implica tomar decisiones médicas en el hogar –como ajustar dosis de medicamentos o decidir cuándo acudir al hospital–, dilemas que los cuidadores enfrentan constantemente.

    “La impredecibilidad de los resultados genera mucha tensión, por eso el constante estado de alerta. Además, el juicio posterior de otros familiares sobre esas decisiones aumenta la presión emocional”, comenta la docente.

    Hay que redefinir el rol del cuidador

    La investigación reveló que una mejor adopción del rol del cuidador, es decir, mejor administración del tiempo, mayor conocimiento y habilidades para desempeñarlo, se asocia con menores niveles de ansiedad, depresión y soledad.

    El programa “Cuidando a los cuidadores” de la UNAL se diseñó para brindarles información y herramientas a los familiares que cuidan a personas con discapacidad o enfermedades crónicas, y también a la Red Latinoamericana de Cuidado al Paciente Crónico y la Familia (Red CroniFam). Este busca precisamente fortalecer estas capacidades mediante herramientas educativas y emocionales, un paso crucial hacia una atención integral que reconozca no solo las necesidades del paciente, sino también las de quienes están detrás de su cuidado.

    “Ayudarles a organizarse, capacitarlos en cuidados médicos para tomar decisiones acertadas y compatibilizar su vida personal con el cuidado es esencial para mejorar su bienestar”, afirma la doctora Carreño.

    Este enfoque resalta la importancia de redefinir el rol del cuidador, alejándolo de la visión tradicional del sacrificio absoluto y llevándolo hacia un modelo más equilibrado y sostenible, ya que “un cuidador experto no es aquel que dedica toda su vida al cuidado, sino quien logra integrarlo como una parte de su proyecto de vida, manteniendo tiempo para otras actividades y roles vitales”.

    “Para contratar apoyo externo se debe promover la participación activa de todos los miembros del núcleo familiar, ya sea a través de turnos rotativos, relevos temporales o incluso contribuciones económicas, para el caso de los únicos cuidadores, lo mismo que buscar una red de apoyo por fuera”, subraya.

    El modelo ha demostrado efectividad para prevenir la sobrecarga emocional y física del cuidador principal, por lo que esta transición hacia un rol más compartido y organizado no solo beneficia al cuidador, sino que además garantiza una mejor calidad de cuidado para la persona dependiente.