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Salud

Analizan psicoativos que se consumen en Medellín y sus efectos tóxicos

    Por medio de puntos fijos de recolección de estas sustancias en las comunas de mayor consumo, entre otras estrategias de prevención, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), junto con la Secretaría de la Juventud de Medellín, adelanta el primer estudio de riesgo químico de estos alucinógenos que se expenden en la ciudad.

    Este primer estudio busca además reducir el riesgo de consumo de estas sustancias en jóvenes de la ciudad, brindándoles información oportuna sobre lo que están consumiendo para que tomen decisiones conscientes de su posible riesgo.

    “Medellín es la ciudad de Colombia con mayores índices de consumo de sustancias psicoactivas en el territorio nacional”, afirma Alejandro Matta Herrera, secretario de la Juventud.

    Cifras del Observatorio de Drogas de Colombia indican que en el país 838.991 personas tienen una adicción a las drogas o consumen sustancias psicoactivas, y de ellas 227.193 están en Medellín y su Área Metropolitana.

    La continua aparición de nuevas sustancias psicoactivas que se pueden utilizar como drogas de abuso y su consumo por parte de jóvenes entre los 12 a 24 años supone una gran preocupación y un desafío para la salud pública.

    Aunque desde la institucionalidad se han generado diferentes instrumentos de política pública para mitigar el consumo de sustancias, no se han logrado los resultados deseados, ya que no siempre han tenido una visión integral y de reducción y mitigación del daño, sino que “se abordaban desde una mirada represiva y estigmatizante”, recalca el secretario.

    En 2020, la Secretaría realizó una encuesta para identificar hábitos de consumos de sustancias psicoactivas durante la pandemia por parte de las y los jóvenes de la ciudad.

    Este rastreo identificó las sustancias psicoactivas que más circulan en Medellín, como el cannabis, la cocaína, el tusi o 2C-B, y, de forma particular, en estratos socioeconómicos más bajos, el bazuco.

    Entre las comunas de la ciudad donde es más frecuente el consumo están la 10, La Candelaria, en centro de la ciudad; la 14, El Poblado; la 6, 12 de Octubre; la 3, Manrique; la 5, Castilla y la 4, Aranjuez.

    “Tomamos la decisión de descriminalizar el consumo, de propiciar conversaciones públicas con los diferentes actores, con el propósito de generar información a su disposición, sin que ello suponga la liberación del consumo”, explica el secretario Matta.

    ¿Cómo se recolectarán las pruebas?

    El estudio pretende analizar 600 sustancias circulantes en las 16 comunas y 5 corregimientos de Medellín. Estas muestras se recogerán por medio de donaciones voluntarias y no punitivas de jóvenes en fiestas, “parches” y puntos de recolección.

    Para tomar las muestras se instalaron puntos estratégicos de atención fijos, donde se van a recolectar las sustancias. Entre estos, la comuna 10 La Candelaria, del centro de la ciudad y la comuna 14, El Poblado, lugares que, según las encuestas realizadas por la Secretaría son las de mayor consumo.

    “A la persona se le indica que va a participar en un estudio científico de sustancias psicoactivas. Luego se le recibe la muestra que desee donar y se le pide realizar una encuesta de menos de 3 minutos, entre otras cosas, para saber si hace mezclas de las sustancias que consume”, explica Jorge Ariel Martínez, profesor asociado del Departamento de Farmacia de la Facultad de Ciencias de la UNAL.

    En estos puntos de recolección se realizarán pruebas preliminares para reconocer qué tipo de sustancia se está consumiendo, y los resultados se les entregarán a los jóvenes, para que además sepan los componentes y contaminantes que estas contienen y sus consecuencias tóxicas.

    “Que lo que te estén vendiendo sí sea efectivamente lo que te están ofreciendo, pero además que puedas asumir decisiones respecto de las posibles consecuencias de las mezclas y qué efectos les pueden producir” indica Lina García, estudiante universitaria.

    Estas muestras se trasladan a un laboratorio en Bogotá donde se hacen análisis profundos de verificación y se buscan bases especializadas que arrojen los hallazgos farmacológicos y toxicológicos.

    “Estamos buscando, primero, desestigmatizar el consumo; segundo, buscar herramientas para mitigar el daño, y por último, a largo plazo, hacer preguntas sobre la política de drogas que se viene afianzando en Latinoamérica”, concluye el secretario Matta.