Aislamiento durante la adolescencia aumentaría la ansiedad y el estrés
El aislamiento social se ha convertido en una realidad cada vez más preocupante; de hecho el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aseguró que las personas que no tienen suficientes relaciones sociales estables corren un riesgo mayor de sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión e ideación suicida, entre otras afecciones.
Frente a este problema –que algunos denominan “dañina epidemia”–, David Rikardo Pérez Contreras, magíster en Psicología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se dio a la tarea de comparar el comportamiento de ratas adolescentes (21 días de nacidas) criadas en grupos, con aquellas mantenidas en aislamiento por 2 semanas.
“Nuestro objetivo era entender cómo afecta el aislamiento social el comportamiento de los adolescentes, con respuestas emocionales como el estrés y la ansiedad, ya que en esta etapa hay una mayor susceptibilidad”, explica el investigador.
Si se preguntan por qué en ratas, la respuesta es porque estos animales son muy sociales –igual que los humanos– y la falta de interacción afecta su desarrollo, por eso son modelos animales ampliamente usados en este tipo de estudios. Además “permiten aislar y controlar variables que serían muy difíciles de estudiar en humanos, como el grado y la duración del aislamiento”, señala el investigador.
Para el estudio las 36 ratas macho se obtuvieron del Bioterio de Producción de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la UNAL, y después de las 2 semanas de aislamiento se metieron en un “campo abierto”: una caja cuadrada de 60 cm de lado, sin ningún objeto o estímulo adicional.
“Las ratas exploraron libremente este nuevo entorno durante 15 minutos mientras las grabamos en video para luego analizar su comportamiento”.
“Después de este ejercicio noté que las ratas que habían sido aisladas manifestaban signos de mayor ansiedad, pues tendían a permanecer en una sola esquina del campo abierto, evitando el centro y mostrando una exploración limitada del espacio. Por el contrario, las ratas criadas en manada pasaban el tiempo explorando diferentes zonas del campo (el centro y las 4 esquinas)”, explica el magíster.
Agrega que “de ahí deduzco que los roedores, por ser animales de presa, siempre buscan permanecer en lugares seguros (home base)en donde se puedan sentir protegidos. En el campo abierto estas zonas son las esquinas del campo y lo que se ve aquí es que las ratas que tienen respuestas muy ansiosas permanecen en esos lugares”.
También indica que el aislamiento genera una mayor ansiedad cuando se enfrentan a escenarios “nuevos”, y por eso en el ejercicio las ratas no estaban interesadas en explorar todo el espacio de la caja. “Este comportamiento es preocupante porque también puede afectar otros procesos de supervivencia de los mismos animales, como puede ser la búsqueda de alimento”, comenta el magíster.
Otro elemento observado fue que las ratas aisladas realizaban un mayor número de “empinadas”, un comportamiento en el que los roedores se paran sobre sus patas traseras como buscando una vía de escape. Aunque este comportamiento es normal en estos roedores, el hecho de que las ratas aisladas lo hicieran repetitivamente fue interpretado como un mayor nivel de estrés y malestar.
Aunque el investigador es cauteloso en relacionar estos resultados directamente con lo que podría ocurrir en los humanos, sí enfatiza en que este estudio da pistas importantes sobre cómo el aislamiento social puede afectar el desarrollo emocional y conductual en la adolescencia.
“En los humanos vemos que el aislamiento social durante la adolescencia puede llevar a problemas como ansiedad, depresión y dificultades en las relaciones sociales. Los resultados que obtuvimos en ratas nos ayudan a entender mejor estos procesos y cómo podrían estar afectando el comportamiento y el bienestar de los jóvenes”, explica el magíster Pérez.
Por último, señala que estos resultados se pueden relacionar con el creciente uso de redes sociales entre los adolescentes. “Aunque estas pueden proporcionar cierto nivel de conexión, no sustituyen la interacción social directa y lo que vemos en el estudio es que la falta de interacción social física puede tener consecuencias significativas en el desarrollo emocional y social”.