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Salud

Aguas residuales de Bogotá tienen rastros de yodo radioactivo, utilizado para tratar el cáncer

    Bogotá es la ciudad colombiana con más hospitales autorizados para utilizar el yodo 131, o radioyodo, un radioisótopo de este elemento químico empleado para tratar el cáncer de tiroides y que es eliminado por los pacientes a través de la orina. La inspección de 13 pozos que recogen las aguas residuales de sendos hospitales evidenció que en 3 de ellos se superó la concentración de este isótopo radioactivo –establecida en 19 Bq/L (becquerel por litro)– con valores entre 40 y 1.000 Bq/L, lo cual afectaría la salud de la comunidad y del medioambiente.

    En dichos centros asistenciales se realizan diagnósticos y tratamientos a los pacientes que padecen enfermedades relacionadas con la tiroides, y generalmente se les suministra el yodo radioactivo vía oral, en forma de cápsulas, píldoras o líquido, el cual es absorbido por el organismo.

    “Según la dosis suministrada, los pacientes se clasifican en ambulatorios u hospitalarios; estos últimos eliminan el compuesto a través de la orina, la cual se almacena en un sistema de decaimiento que tiene un blindaje de plomo para contener la radiactividad, y cuando cumplen el criterio normativo de concentración de actividad, estos residuos se vierten a los sistemas de alcantarillado sanitario, de ahí la importancia de que los hospitales tengan implementado un óptimo sistema que controle las descargas al alcantarillado”, explica Evelin Tatiana Mora, magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá.

    Para su investigación se tomaron 39 muestras de los 13 pozos, 4 de ellos sin influencia de las descargas hospitalarias y que caracterizan a los pacientes como “ambulatorios”, y los 9 restantes se ubicaron de manera que estuvieran lo más cerca posible a las instalaciones hospitalarias autorizadas para caracterizar y estudiar el grado de cumplimiento.

    Las muestras se recolectaron en un recipiente de polietileno de 500 ml, que se selló y puso en una nevera portátil para conservar la cadena de frío –entre 2 y 5 °C– y procesarlo en el Laboratorio de Análisis de Radiactividad Natural (LARN) del Servicio Geológico Colombiano.

    Posteriormente las muestras pasaron por un proceso de filtración –para retirarles las impurezas (piedritas, por ejemplo)– y acidificación, para ajustar el pH o alcalinidad, esto con el fin de someterlas al análisis por espectrometría gamma, la cual mide la concentración de actividad del radioisótopo de yodo 131.

    Verdades útiles

    Así, en 11 de los 13 pozos inspeccionados se detectó actividad de yodo 131, aunque 3 de ellos –que recogen aguas residuales de hospitales autorizados para tal práctica– superaron la concentración de este elemento radioactivo, como se señaló antes.

    “Para recoger las muestras tuvimos en cuenta si cada institución contaba o no con un sistema de gestión de vertidos, que tuviera a tope el número de habitaciones autorizadas para hospitalización, que el volumen de entrega de medicamentos fuera el más alto de esa semana y que no fuera un día lluvioso”, señala la magíster.

    Agrega que “estudios como este representan un aporte importante para las instituciones reguladoras que controlan los centros de medicina nuclear, pues les permite conocer, analizar y evaluar las condiciones de los sistemas de gestión de residuos, o la necesidad de implementarlos, y los lleva a entender la importancia de no sobrepasar los límites de concentración de sus vertimientos, que es del 19 Bq/L, pues el agua recuperada de la cuenca media del río Bogotá se utiliza en sistemas de riego y alimentación ganadera, lo que genera una potencial dosis de sustancias radiactivas a la población”.

    Sobre los 3 pozos que superaron los límites de los vertidos, menciona: “si se tiene implementado un sistema de gestión, pero se encuentran estos niveles de actividad, es necesario evaluar los procedimientos internos del establecimiento. Los hospitales aledaños a los pozos que superaron el límite establecido y que no tienen un sistema de decaimiento deben considerar y evaluar su implementación”, concluye.