La agricultura ha sido por muchos años un tema de discurso político, en el que los problemas del sector y los desafíos que enfrenta se han quedado en "buenas intenciones". Hace más de medio siglo se viene hablando de una reforma agraria aún irrealizable, y mientras los años pasan, los problemas del campo se multiplican al punto que hoy los retos trascienden a aspectos que van desde la organización productiva hasta la calidad de vida del campesino, aseguran investigadores de la UN.
Hay que partir de una paradoja: en Colombia las principales tierras aptas para la agricultura son usadas en ganadería extensiva. Es decir, se siembra en la montaña, lo que no permite hacer grandes plantaciones, y se cría el ganado en la planicie. "En otros países una agricultura competitiva y tecnificada ideal está cerca de los puertos, pensando en exportación", señaló Iván Montoya, decano de la Facultad de Agronomía.
La agricultura en Colombia aprovecha menos del 5% de las tierras. Según Montoya, en áreas como la Amazonia y la Orinoquia no se hace agricultura tecnificada y en la zona de la costa norte hay expansión de ganadería. Lo demás se siembra en la cordillera, en el Magdalena y el Cauca.
Transformaciones
En los últimos 50 años, y frente a otros sectores, el agropecuario ha sufrido grandes transformaciones asociadas a su decaimiento como renglón importante de la economía nacional. En los años 60 generaba cerca del 25% del PIB y alrededor del 75% de las exportaciones, siendo el café un producto clave en la economía.
"Hoy el agro participa solo en un 10% del PIB y en un 19% de las exportaciones, en las que el café representa apenas un 5%. Incluso, este producto ya se está importando", sostiene Juan Patricio Molina, director del Grupo de Desarrollo Rural de la UN.
La pobreza en el campo es del orden del 65%, por encima del promedio nacional, que es del 49%. "Los problemas estructurales del sector no se han resuelto y padece los impactos de la crisis mundial de los últimos años, reflejados en el incremento del desempleo rural, así como del trabajo por cuenta propia", advierte Molina.
Sin planeación
Más allá del problema del uso de la tierra, está la falta de planeación estratégica del país. Por ejemplo, Colombia le apostó a un cacao común, sin diferenciación ni valor agregado. "Así, hay 50 mil hectáreas nuevas cultivadas de un grano que no sirve para competir en la rama de los cacaos finos y menos en la de los crudos, pues no hay suficientes áreas cultivadas como sí las tienen los países asiáticos, Brasil y Costa de Marfil", dice Giovanni Muñoz, docente de la Facultad de Agronomía de la UN.
En el comercio hay dos grandes mundos: el de los commodities, como el petróleo, el maíz y el trigo, y el de los bienes especializados, que incluye productos orgánicos, cacaos y cafés finos de alto valor, así sean primarios. El profesor Muñoz considera que "Colombia no le ha apostado a ninguno, pues no hay una política clara, salvo en palma".
Hay ejemplos de países prósperos gracias a la agricultura. Uno de ellos es Israel, que, pese a sus tierras áridas, ingenió sistemas de riego que lo ubican como un gran productor de este tipo de tecnología. Polonia está en la misma línea. En los años 90 esta nación tenía peores indicadores que los de Colombia, un gobierno inestable, sus productos y mercados no estaban asegurados ni definidos, la tasa de desempleo superaba el 30%, y su PIB era negativo. A partir de una planeación estratégica, basada en sus fortalezas competitivas en productos básicos e industriales, logró indicadores de desarrollo superiores a los colombianos.
Chile es un caso cercano. Sus terrenos áridos no han impedido que avance en la producción de uva y vinos, pero tampoco de jatrofa, una planta apta para la fabricación de biocombustible, que sería, según Muñoz, más competitiva que la palma, en suelos como los colombianos.
A propósito y contrario a lo que se cree, en nuestro país no todas las tierras son ideales para la agricultura, pues algunas son ácidas y semiáridas. Para el investigador, "salvo suelos como los del Valle del Cauca, en la mayoría hay problemas específicos para grandes cultivos, por eso se deben promover productos que compitan con valor agregado "como los cafés especiales", o producir aquellos que se adaptan a las condiciones propias, como la jatrofa, una apuesta exportadora interesante".
Más allá de la cosecha
Uno de los problemas fundamentales de la producción colombiana es que la cosecha se tiene que vender, lo cual crea dificultad para obtener ganancias con precio justo. "La infraestructura de almacenamiento de cosechas en el país es pobre. Cuando uno está obligado a vender, lo hace al precio que le ofrezcan", señala Montoya. En su opinión, se debería enfatizar en la poscosecha para procesar los productos, como por ejemplo en la compota derivada de la fruta. "Si hay cadena del frío y un conjunto de tecnologías que apoyen la producción, el negocio se transformaría".
Por su parte, el agrónomo Muñoz afirmó que no se están aprovechando las potencialidades del país. "Tenemos variedades excelentes de yuca y papa para la producción de almidón farmacéutico, pero no somos exportadores sino importadores. En la UN se han estudiado variedades óptimas de estos tubérculos para la producción del mencionado almidón, cuyos requerimientos de industrialización no son tan altos", expresó.
Un fenómeno importante es el de los intermediarios y las pérdidas para el campesino. El productor es el que asume todos los riesgos: que la planta no nazca o que crezca con alguna enfermedad o plaga, o que, pese a obtener la cosecha, el precio en el mercado sea inferior a los costos de producción.
"La herramienta más avanzada en información de precios en Colombia es el Sipsa, del Ministerio de Agricultura, que encuesta en las centrales de abastos de forma discontinua y dispersa los precios de los productos en solo un eslabón de la cadena, pero no existen bolsas de productos agrícolas. Prevalecen solo fuerzas especuladoras que amplifican las asimetrías del mercado", sostuvo Muñoz.
Este es el panorama de la agricultura en Colombia, con necesidades crecientes que hoy trascienden el problema de distribución de la tierra a nuevos desafíos cuyo reclamo es que el agro sea parte de la agenda estatal, con una política clara.
Sedes