Desde 2012, Felipe Díaz inició este proyecto de producción de abejas y miel como una alternativa económica que terminó convirtiéndose en toda una experiencia para pobladores de la región y visitantes.
La iniciativa se ha ido diversificando con la vinculación de familiares y productores agropecuarios que suministran alimentos, hacen de guías o preparan los alimentos en restaurantes y hoteles del municipio.
En desarrollo del agroemprendimiento, sus creadores han logrado fusiones de miel con frutas "como maracuyá, uchuva" y especias como jengibre, canela y cardamomo.
"En la comercialización, los clientes cuestionaban la pureza de la miel o pedían rebajas; eso nos indignaba, porque el trabajo con abejas es arduo, ellas pasan meses recolectando alimento y a nosotros la recolección nos demanda tiempo y un alto desgaste físico", comenta la zootecnista de la UNAL Alejandra Suárez, cofundadora de Quibee Ruta de la Miel.
En Quibee las abejas se mantienen en bosques nativos, lo que los obliga a llevar cargas pesadas, subir montañas y realizar largas caminatas por las veredas.
Aún bajo estas condiciones, los involucrados se apasionaron por esta actividad, y a partir de esta experiencia advirtieron que muchas personas no dimensionan el trabajo que realizan los campesinos y los polinizadores que proveen las grandes ciudades y que hay poco conocimiento sobre cómo se producen y de dónde vienen los alimentos.
"Algunos productos comerciales en polvo suelen incluir otros ingredientes no naturales; por ejemplo, nuestro jengibre es muy concentrado y pueden salir trocitos o fibras que corroboran su procesamiento artesanal", explica la zootecnista Suárez.
Familias, parejas, empresas, grupos de amigos o estudiantes que buscan una experiencia diferente o una inmersión total en el mundo apícola acuden a la Ruta de la Miel para realizarlo.
Vivir esta inmersión impacta cuando las personas conocen el paisaje, se ponen el traje y abren las colmenas. "Ese contacto directo, en el que los visitantes incluso pueden cogerlas con sus manos, es increíble", relata la zootecnista emprendedora.
Historias ligadas al conflicto
El municipio de Quipile, ubicado a 88 km de Bogotá "dos horas de camino" sufrió los flagelos del conflicto civil colombiano con una imponente disputa armada, entre varios actores del conflicto durante los primeros años de la década de 2000.
La riqueza natural que le brinda su ubicación geográfica no solo le permite producir plátano, café y caña, sino ser un punto estratégico para movilizarse desde el centro hacia Boyacá, Caldas, Huila, Tolima y Meta, de ahí la búsqueda de control del territorio.
Este municipio, que vivió, como solo algunos de Cundinamarca, una azotada de violencia que controló todos los aspectos de la pequeña comunidad, se recupera paulatinamente desde hace poco más de una década. Sus actividades económicas se han reactivado y sus habitantes nativos retornan con los años.
Impulsada por un lazo materno, la zootecnista y cofundadora Suárez, como parte de su proyecto profesional y de vida, decidió "junto a Felipe Díaz" establecer este proyecto para devolverle al territorio la prosperidad y parte de lo que le ofreció en su crianza.
"Pasaba allí mis vacaciones y siempre estuve muy ligada al territorio; en 2015, un tío desplazado por los paramilitares retornó al municipio y vimos un potencial para que él participara en el proyecto", comenta.
Así, en 2016 unieron elementos físicos y mentales y aprovecharon la riqueza ambiental del municipio para elaborar sus productos.
"Queríamos que la gente conociera y viviera esta experiencia, mostrar nuestro quehacer, concienciar sobre cómo nuestros hábitos de consumo afectan a los campesinos y polinizadores y responsabilizarnos es parte del cambio" agrega la cofundadora de esta iniciativa.
Conozca la iniciativa en:
@rutadelamiel
@QuibeeMiel
Facebook: La Ruta de la Miel Quipile