Murciélagos al borde la extinción en el país por pérdida de hábitat
En Colombia, por la intervención histórica queda menos del 10 % de la cobertura original de este tipo de bosque, y solo el 5 % tiene alguna figura de protección.
Una investigación de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) revela que estos cambios llevarían a la extinción de ciertas especies y a la pérdida de servicios ecosistémicos clave.
La bióloga María Camila Valdés Cardona, una de las investigadoras, cuenta que la degradación, fragmentación y pérdida de ecosistemas también llevaría a la disminución de la riqueza de especies.
Típicamente, para saber dónde se encuentran los murciélagos se usa la “teoría de biogeografía de islas” que, como su nombre lo indica, se imagina el hábitat como un océano con islas donde los animales pueden vivir rodeados de una matriz homogénea (el agua), y donde no pueden vivir que se conoce como “no hábitat”.
“Esa mirada simplifica el problema porque no se sabe qué tan diversa o heterogénea es esa matriz: aunque se suele hablar solo de ‘hábitat’ y ‘no hábitat’, este último está compuesto por muchas cosas, puede ser que lo que rodea a esas ‘islas’ sea bosque degradado, cultivos, infraestructura, cuerpos de agua, y que estén transformados no implica necesariamente que los animales no puedan aprovecharlos; además aún no se han establecido del todo los mecanismos de estos animales para adaptarse a la modificación del hábitat”, explica la bióloga Valdés.
En el Caribe y Santander los murciélagos se reúnen en grandes agregaciones y se refugian en cuevas; por ejemplo, en el municipio de Curití (Santander) se hallaron especímenes en una cueva llamada “Macaregua”, lo mismo que en grutas del corregimiento de El Morro en Tubará (Atlántico).
Para determinar dónde se encontraban los especímenes y su relación con el ambiente se usaron imágenes Sentinel 2 de 2019, y gracias al algoritmo Random Forest se determinó si a 4 km alrededor de cada lugar de muestreo había cuerpos de agua, infraestructura humana, suelo desnudo, bosque, arbustales, herbazales, cultivos, pastos ganaderos, mangles o mar.
El hallazgo más importante es que para mantener la riqueza y diversidad de las comunidades de murciélagos en los bosques secos tropicales del norte de Colombia es muy necesario que existan coberturas de bosque y que la matriz que rodea a las “islas” donde viven esas comunidades sea heterogénea para que haya la variedad de recursos espaciales, alimenticios y de refugio que las diferentes especies necesitan.
Esto significa que si solo hay un tipo de paisaje que rodea esos parches de bosque el resultado es la pérdida de diversidad de los murciélagos que viven allí.
Si el bosque seco tropical se deforesta para plantar monocultivos, seguro habrá muchos murciélagos que se alimentan de ese tipo de plantas, pero se afectarían algunos servicios ecosistémicos como la dispersión de semillas y el control de insectos y pequeños vertebrados, porque los murciélagos encargados de estos ya no vivirían en la zona.
También se encontró que la diversidad y la equidad –o qué tantas especies de murciélagos pueden vivir en la zona– se ven afectadas negativamente por el cambio del uso de la tierra a actividades agropecuarias como pastos ganaderos, herbazales y cultivos.
Por ejemplo, los murciélagos que se alimentan de insectos, néctar y frutas serán más diversos cuando la vegetación también lo sea, y los murciélagos nómadas, que se alimentan de fruta, se ven favorecidos cuando el paisaje que los rodea sea diverso, precisamente por ser nómadas y poder llegar a recursos variados.
Según la investigación, el impacto negativo sobre las comunidades de murciélagos, generado por las coberturas con vocación agrícola, o tierras que por sus suelos permiten la producción agrícola, también podría estar relacionado con la pérdida de diversidad del paisaje.
La transformación masiva de usos del suelo lleva al desgaste de heterogeneidad y permeabilidad de la matriz, lo que podría afectar más a especies con baja capacidad de dispersión o dietas especializadas, lo que llevaría a un proceso de extinción local y homogeneización de la comunidad y, en últimas, a la pérdida de los servicios ecosistémicos.
“Este fue un trabajo colaborativo, el apoyo de la doctora Otálora, el Grupo de Manejo y Conservación de Vida Silvestre, los profesores Hugo López, Olga Montenegro y el investigador Camilo Fagua, investigador de Northern Arizona University, quien se encargó del análisis espacial”, recalca la bióloga Valdés.