En hojas de espinaca y estramonio imprimen fotografías
El taller “Impresión al Sol” se ofreció de manera virtual durante la pandemia por las organizaciones artísticas La Hicotea –laboratorio de creación y experimentación en artes y culturas– y Claroscuro –escuela de fotografía que fortalece la construcción de lenguajes visuales propios– y de la cual es miembro Andrea Ortiz, especialista en fotografía de la UNAL.
La egresada de la Facultad de Artes asegura que “gracias a la fotosíntesis, las plantas escriben y plasman con la luz, característica que les permiten ser una fuente importante e interesante para hacer impresión fotográfica; en el proyecto buscábamos acercar a las personas a este tipo de procesos y relaciones que no se tienen presentes en el imaginario cotidiano”.
Durante el taller se enseñaron dos técnicas: la antotipia y la clorotipia, las cuales, mediante un tratamiento de las hojas de las plantas, permiten plasmar una imagen fotográfica aprovechando las propiedades naturales de pigmentación y color propias de estos seres vivos al ser expuestos a la luz solar.
En la antotipia, las hojas de las plantas se envuelven en un trapo de espinaca y se maceran con un martillo; este proceso genera una emulsión a la que se puede añadir bicarbonato para intensificar el color, y la sustancia obtenida se aplica en 7 capas sobre una hoja de papel, sobre la que se pone un acetato con alguna imagen, por ejemplo un rostro, y un vidrio sellado con ganchos para luego exponerla a la luz solar por el tiempo que sea necesario.
Por ejemplo, “las hojas de espinaca absorben la luz y sus pigmentos fotosintéticos –clorofila, carotenoides y antofilos– les permiten plasmar la imagen del acetato en color verde sobre la hoja blanca”, indica.
En la clorotipia se utilizan hojas de cartucho, espinaca o estramonio como base para plasmar una imagen fotográfica; estas funcionan como un papel sobre el que se imprime y representa la imagen del acetato. Lo que se hace es poner la imagen sobre la hoja y sellar con un vidrio –de manera similar a la antotipia–, y en seguida se deja expuesta a la luz solar para conseguir que la fotografía quede plasmada en la hoja de alguna de estas plantas.
La especialista en fotografía de la UNAL explica que los resultados del taller se expusieron en un domo que se llevó a distintos lugares de la ciudad, y que además de funcionar como una base para ver las imágenes también era una cámara oscura, lo que quiere decir que cuando se ingresaba a esta estructura se podía ver proyectada la imagen del paisaje o lugar en donde estaban.
Según la experta, “cuando el domo se convierte en una cámara las personas están dentro de un dispositivo fotográfico, y el cambio de escala con la imagen atravesando y reflejándose en el cuerpo comienza a ser una experiencia sensible totalmente diferente, gracias a la cual los participantes toman un poco más de conciencia sobre los elementos naturales presentes allí y que muchas veces no se tienen en cuenta.
Agrega que, “un ejemplo importante ocurrió en el humedal Juan Amarillo, donde la gente tira basura y no cuida el lugar, pero cuando las personas entraban al domo empezaron a ser un poco más conscientes de la importancia del sitio y de la responsabilidad que tienen en su cuidado y preservación”.
“Esta idea surgió del trabajo que venía realizando para diseñar cámaras oscuras con cartón y lupas, y de la idea de mi hermana [Erika Ortiz, egresada de Artes Visuales quien también participó en el proyecto], de construir estructuras más grandes de cartón como un domo de 3 m de alto, de ahí unimos fuerzas y realizamos esta construcción, en la que un domo tiene una lente que le permite proyectar la imagen del paisaje en su interior”, afirma.
Los resultados de este trabajo se incluyen en la serie Interfaz Abierta de Televisión UNAL.