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Desarrollo Rural

San Andrés no le saca el jugo a sus frutas

El fruto del pan o breadfruit encabeza la lista de productos agrícolas que podrían mejorar los ingresos económicos y la nutrición de los pobladores del Archipiélago, cuya alimentación es en su mayoría importada. Devolverles el carácter agrario a las islas es posible con las recomendaciones de la academia.

La agricultura del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina es insuficiente para atender el mercado local. Por eso, la mayoría de frutas y verduras son importadas, lo que deja a las islas a merced de factores externos en cuanto a abastecimiento de alimentos se refiere.

Seguridad alimentaria, exposición a riesgos naturales (huracanes y más remotamente sunamis), disminución de costos y "mercado cautivo" son las razones por las cuales este departamento insular debería producir mucho más de lo que en la actualidad. Por lo menos, esas son las recomendaciones de la academia.

La nutrición de los sanandresanos no es la mejor. Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia en el Caribe determinó que en San Andrés no se consume frutas y verduras en raciones suficientes por sus elevados costos. Una lechuga puede costar 5.000 pesos, mientras que en ciudades como Bogotá o Cali se consigue por 2.500 pesos, fresca y de buena calidad.

"Basta visitar el relleno sanitario de la isla capital para darse cuenta de que la basura tiene un bajo contenido orgánico, que no pasa del 15% o el 20%", asegura
Peter David Lowy Cerón, exdirector del Jardín Botánico en la UN en el Caribe y actual director del Instituto de Estudios del Pacífico.

Incentivar los cultivos traería beneficios para la salud y economía de la gente. Por eso, una tesis de grado de la Maestría en Medioambiente y Desarrollo de la UN, elaborada por Claudia Elena Suárez Giraldo, se dedicó a determinar qué frutas tienen potencial para la agroindustria local.

Así, se encontró que el marañón, el anón, la guanábana, el fruto del pan (breadfruit), el mango, el aguacate, el june plum,el icaco, el caimito, el níspero, el mamoncillo, la grosella, la guayaba, el tamarindo, la cañafístula, el mamey y el jobo son los frutos de mayor proyección.

Solo once de las especies se hallaron en lugares silvestres; las demás, en zonas domésticas. También identificaron al sector de La Loma, en San Andrés, como el de mayor cantidad de frutales promisorios, pues encontraron diversidad en los patios de las casas.

"La idea era rescatar esos frutos tradicionales y convertirlos en un beneficio para la comunidad. Por eso, nos pusimos en la tarea de mirar cuáles estaban ligados a la sociedad isleña", manifiesta el profesor Lowy.

Cuestión de cultura

El experto aclara que en San Andrés existen producciones copiosas, por ejemplo, de mango; pero no se ve en los mercados porque los isleños prefieren intercambiarlo entre ellos por otros alimentos antes que venderlos.

La isla, que ahora se sostiene del turismo y el comercio, basó su economía alguna vez en la agricultura y la pesca. Los cultivadores son, por lo general, personas de edad avanzada. El profesor afirma que las nuevas actividades económicas, producto del cambio cultural de las nuevas generaciones, afectan el autosostenimiento.

"Para muchos jóvenes, la agricultura no es una alternativa; es más fácil emplearse en un almacén o manejar un taxi. En esa medida, hay un bache entre los abuelos y los nietos. Para estos últimos, que no quieren cultivar, es mucho más fácil ir al supermercado a comprar. Sin embargo, hay algunos intentos por recuperar la vocación por el campo", dice.

Programas realizados con jóvenes isleños han dado resultado. Ahora siembran tomate y pepino cohombro para suplir al mercado local, pero sin miras a mayores producciones.

Como parte del estudio, se hizo un censo para identificar cultivos en los patios de las casas y en zonas habituales de siembra. Este se complementó con fotografías aéreas de la isla. Además, los especialistas indagaron sobre la relación de la gente con las especies y las prácticas de cultivo, para determinar las potencialidades de cada fruta.

Según indica, quien se dedique a cultivar extensivamente podría vender su cosecha a los hoteles; un mercado nada despreciable, dado que llegan entre 300 y 400 mil visitantes al año. Además, aumentar las plantaciones significaría dejar de depender de la comida que llega en barco o en avión, lo que encarece los productos, y desarrollaría otra fuente de recursos para la población.

San Andrés ha tenido escasez de alimentos porque no llegan los barcos. Y no se puede almacenar comida, pues hay problemas de plagas y no hay grandes bodegas para acopiar. "En este momento, hay una muy fuerte que ataca las palmas de coco y otras especies de los bosques. Por eso, no es bueno mantener monocultivos. Es preferible la variedad de siembras, para mantener la diversidad animal necesaria para el control biológico".

Alimentos que prometen

Por estas razones, hay que apostarle a nuevas alternativas, como el fruto del pan, un ingrediente importante de la gastronomía sanandresana del cual se pierde, en promedio, el 40% de su producción anual porque se desecha o se pierde en el árbol.

Tradicionalmente, lo convierten en harina para hacer tortas y pan o para elaborar coladas, pero las recetas son tan variadas como habitantes hay en el archipiélago. El profesor Lowy asegura que es un producto de proyección nacional que podría, incluso, convertirse en un pasaboca, tarea en la que trabajan investigadores de la UN en convenio con una empresa privada.

Afirma que, hasta no darles valor agregado a estos frutos, difícilmente alguien creerá en la posibilidad de comercializarlos. "Hay intentos de promocionarlos y se ven en los mercaditos tradicionales, pero hay que convertirlos en una empresa e invitar a la Cámara de Comercio y a la población para que lo piensen como un negocio", destaca.

En el caso de los otros frutales, los árboles no son suficientes para abastecer el consumo local. Entonces habría que pensar en densificar su número con miras a un negocio viable.

Aunque no lo parezca, en San Andrés hay tierra disponible para cultivar de forma fragmentada en sus 26 km2 de extensión. Y, aunque los suelos son muy pobres en nutrientes, por su origen coralino, la capa de humus existente puede sustentar esta vegetación, claro está, con una ayuda extra de los agrónomos. Los terrenos aptos están concentrados en fincas que se dedicaron por mucho tiempo al cultivo de coco y, antes, a los monocultivos de naranja y algodón.

Según el investigador, se han hecho pruebas para mejorar la tierra que han dado resultados, pero falta solucionar el acceso al agua, a veces limitado; además, el líquido algunas veces presenta un exceso de calcio, lo que no es apto para algunos cultivos. Por lo anterior, la comunidad trata de cultivar en invierno patilla y melón, dado su fácil manejo.

Es misión de las autoridades locales incentivar la producción de frutas promisorias, ayudarles a las familias a construir planes de negocios en este sector y favorecer el acceso a una alimentación saludable.