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Medioambiente

Guía práctica de bioindicadores facilitará preservación de los recursos naturales

    Ardillas, avispas, zancudos, mariposas líquenes, arañas, turpiales, cangrejos, algas… la lista es extensa, pero estas serían algunas de las especies de fauna y flora cuya abundancia o escasez reflejan el estado de “salud” de los ecosistemas, también conocidos como bioindicadores; su aporte, especialmente valioso para la ciencia, también podría serlo para las comunidades rurales del país, y una guía ilustrada de acceso gratuito ayudaría a mejorar su conocimiento y preservación.

    La historia de los bioindicadores se remonta al siglo XIX en las minas de carbón de Europa. En aquel entonces, los mineros enfrentaban un peligro invisible: la acumulación en las profundidades de la tierra de gases tóxicos como el monóxido de carbono y el metano. La especie que se utilizó en ese momento fueron los “canarios de mina”, que ante la inexistencia de tecnología desempeñaron un papel crucial.

    “Cuando el aire en la mina se volvía peligroso, los canarios mostraban síntomas de estrés y, en última instancia, dejaban de cantar y morían. Este comportamiento alertaba a los mineros sobre la presencia de gases tóxicos y salían de las minas para proteger sus vidas”, explica el profesor Joel Tupac Otero Ospina, del Semillero de Investigación en Orquídeas y Ecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.

    Con el tiempo, la utilización de bioindicadores se expandió más allá de las minas y se aplicó en diversos entornos. Por ejemplo, comunidades de insectos y crustáceos que habitan en los ríos sirven para conocer la calidad del agua; la de los líquenes en los árboles, la calidad del aire y la presencia de lombrices la fertilidad de los suelos.

    Así empezaron a derivarse diferentes investigaciones de manera especializada por cada tipo de bioindicador ambiental, por lo que en un mundo en que la información es clave para tomar decisiones, agruparlos, sintetizarlos y comunicarlos en un lenguaje para todas las comunidades resulta esencial.

    De allí se gestó un ambicioso proyecto que inició en un curso de bioindicadores del Semillero de Investigación en Orquídeas y Ecología que busca –en una guía práctica de 5 capítulos– consolidar los bioindicadores y explicar qué son, para qué sirven y cuáles son sus aplicaciones para evaluar y comprender la salud de los ecosistemas, trabajo que se materializará con los aportes de las investigaciones desarrolladas sobre el tema desde la UNAL Sede Palmira.

    “Buscamos compartir conocimientos sobre estos organismos con la comunidad académica y las comunidades locales, empoderándolos para evaluar y conservar sus entornos naturales”, dijo Ana María Manrique Farfán, estudiante de Ingeniería Ambiental, quien trabaja desde hace casi cuatro años en la construcción de la guía con el profesor Tupac Otero.

    El proyecto está en proceso de construcción y se espera que esté disponible en versión digital e impresa el próximo año. También buscará ser una herramienta de extensión para llevar el conocimiento a las comunidades y ayudarles a comprender mejor su entorno y los indicadores que pueden utilizar para evaluar la calidad ambiental en sus áreas.

    La autora destaca que “es una estrategia gratuita, asequible y sencilla que será clave para que las comunidades rurales puedan monitorear sus recursos, sobre todo el agua, que es que más las afecta en nuestro país”.

    Para el profesor Tupac “la guía es un llamado para que la gente se reconecte. La naturaleza está contando historias, lo que pasa es que todavía no hemos aprendido a leerla”.

    Explica además que “uno de los trabajos de investigación que nutrirá la publicación se desarrolla las cuencas altas hidrográficas de Palmira, en donde se indaga sobre indicadores biológicos que faciliten información sobre la calidad del agua en los lugares en donde nacen la mayoría de afluentes que surten del servicio hídrico a la región. Otro se centra en el estudio de los musgos como bioindicadores de calidad del aire en la Sede Palmira; y otros más se enfocan en el uso de orquídeas como indicadores de calidad del suelo y ambiental”.