Por distintas razones las bacterias no son tan buenas para producir vacunas como los virus, por lo que el Grupo de Patobiología Veterinaria (GPV) de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Bogotá se dio a la tarea de buscar alternativas con el fin no de destruirlas "lo que hacen los antibióticos", sino de evitar que ingresen a su hospedero, bien sea un animal o, eventualmente, un ser humano.
Puesto que el objetivo de este tratamiento no es matar a la bacteria, se evita que estas generen nuevos mecanismos de defensa que las hagan cada vez más resistentes "como sucede con las vacunas y los antibióticos", de manera que su uso se podría extender a animales como cerdos, bovinos, aves y venados, entre otros.
"Dos sistemas orgánicos privilegiados para estudiar algunas infecciones comunes en los animales, debido a que por allí ingresan o se alojan muchísimas infecciones, son el respiratorio y el gastrointestinal. Por eso estudiamos las mucosas que revisten estos sistemas y que son el primer sitio de interacción de los patógenos con sus hospederos", explica el profesor Carlos Iregui Castro, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la U.N.
Para este fin, investigaron el comportamiento de algunos microorganismos responsables de enfermedades serias en conejos y tilapias.
"Los conejos desarrollan un grupo de patologías del sistema respiratorio causadas por las bacterias Pasteurella multocida y Bordetella bronchiseptica, que causan rinitis e incluso pueden desencadenar una neumonía", detalla el profesor Iregui. Una toxina que se desprende de una de estas bacterias se puede distribuir por el torrente sanguíneo ocasionando la muerte del animal, agrega.
Una vez establecido el tipo de bacterias con las que se realizaría la investigación, se determinó cómo se producía su interacción sobre la superficie del epitelio respiratorio de los conejos. Allí se encontraron diversos tipos de azúcares que "conjugados en forma de glicoproteínas y glicolípidos, entre otros" se constituyen en las primeras barreras físico-químicas de protección.
Puesto que los microorganismos también tienen azúcares en su superficie, para evitar la infección se impidió su adhesión a la superficie respiratoria a través de otros azúcares.
Para el caso de las tilapias, el GPV investigó una infección que, a pesar de entrar a través del tracto gastrointestinal, terminaba produciendo lesiones en otros órganos (corazón, cerebro, ojos y riñones) hasta causar la muerte.
Al igual que con los conejos, "establecimos el tipo de bacteria "la Streptococcus agalactiae" y su relación con la superficie gastrointestinal para determinar la solución", destaca el académico.
En ambos casos el equipo de investigación suponía que por no poder unirse a las respectivas células epiteliales, las bacterias terminarían siendo barridas junto con el moco que normalmente se produce allí.
En el caso de los conejos, se demostró que los animales no se enfermaban, y además se observó una disminución de las lesiones microscópicas en el tracto respiratorio, puntualiza el profesor Iregui, quien también destacó que la bacteria tampoco se recuperó.
"Para el caso de las tilapias, en principio se podría pensar en su suministro en el alimento, pero tenemos que hacer los estudios correspondientes in vivo para confirmar o descartar este procedimiento de manera exitosa", subraya el profesor Iregui, puesto que hasta el momento solo se han realizado ensayos en fragmentos de intestino de estos peces, cultivados en cajas petri (de laboratorio).