Estrés y sobrecarga laboral exponen a docentes de Bogotá al síndrome de burnout
En el 2000, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el estrés laboral como un factor de riesgo que puede afectar de forma diferente a cada persona y dar lugar a comportamientos disfuncionales, contribuir a la mala salud física y mental, y originar problemas psicológicos.
En pocas palabras, el síndrome de burnout hace referencia a la cronificación del estrés laboral y es un fenómeno que afecta especialmente a los docentes de educación básica primaria y secundaria.
En su trabajo para obtener el título de Magíster en Educación de la Universidad Nacional de colombia (UNAL), la profesora Nathalia Rocío Díaz Cortés plantea que entre los factores que más influyen en la generación del síndrome en los docentes de Bogotá están la sobrecarga laboral, las malas condiciones de trabajo, el trato con padres de familia y el sistema educativo poco organizado en el contexto colombiano.
“Después de la jornada escolar los docentes se exponen a un trabajo administrativo muy alto, tienen que llenar requerimientos, presentar informes, hacer seguimiento a las evaluaciones de sus estudiantes y sobrepasar sus horas laborales. Además, las condiciones de trabajo en las que tienen que dictar cátedras no son las mejores, ya que los salones son pequeños, hay sobrepoblación de estudiantes y hay poco uso de las herramientas que ahora brindan las tecnologías de la información y las comunicaciones, lo que hace más compleja la labor. Así mismo, las funciones pactadas por la institución no son claras y se aumentan, por ejemplo, con más clases”, explica la docente.
“La investigación se realizó con nueve docentes de básica primaria y secundaria de colegios públicos y privados de Bogotá. Se partió de las experiencias propias y de las inquietudes respecto a los desafíos y las dinámicas a las que se ven enfrentados los docentes en Colombia, y la afectación física, mental y emocional que experimentan debido al estrés y a la sensación de estar ‘quemados’ por su labor diaria”.
“A través de una entrevista a profundidad semiestructurada se desarrolló un estudio de caso cualitativo, en el cual se indagó por los factores que más inciden en la generación del síndrome”, cuenta la investigadora.
Según los resultados del estudio, el contexto laboral de los docentes influye de manera notable en la generación o mitigación del síndrome. Ya sea en el sector público o en el privado, ellos están expuestos a presión y sobrecarga laboral. La documentación que deben presentar en diversas actividades, el trato con padres –quienes pueden llegar a ser intransigentes–, la falta de recursos, las condiciones socioeconómicas de los estudiantes y de los padres de familia, la falta de acompañamiento y las condiciones de sobrepoblación, son algunos factores que contribuyen a desarrollar el síndrome.
Para detectar este padecimiento se debe realizar un diagnóstico médico, como en cualquier otra enfermedad, y también aplicar el Inventario Burnout Maslach, un instrumento de medición que maneja las tres dimensiones del síndrome según una serie de preguntas que pueden determinar si el nivel es leve, moderado o alto.
La investigación arrojó que algunas acciones puntuales podrían contribuir a disminuir el fenómeno en los docentes, entre ellas fomentar los espacios de diálogo y participación en los que los maestros puedan comentar sus inquietudes, inconformidades y preocupaciones respecto a su labor y cómo mejorar sus espacios de trabajo.
“Para tratar esta enfermedad es necesario que las instituciones educativas hagan un seguimiento constante y una retroalimentación de la salud mental y física de los maestros, y que además ellos apliquen estrategias personales para lidiar mejor con el estrés y la frustración”.
“Establecer desde el principio las labores que debe cumplir el docente, determinar su rol en la institución, las tareas que debe cumplir y en qué tiempos específicos, además de tener claridad sobre la organización de jerarquías internas, son situaciones que se deben mejorar” asegura la docente.
Agrega que “las consecuencias del síndrome abarcan tanto lo emocional como lo físico y mental. Se manifiesta en afectaciones al sistema inmune, dolor en las piernas y molestias en las cuerdas bucales. A nivel emocional, el docente empieza a sentir que no es eficiente, que no sirve, y a sentir frustración y ansiedad. Por eso es vital aplicar las acciones señaladas, para frenar tales situaciones y no llegar al punto de que al docente ya no le importen el colegio ni los estudiantes, y que se dé una desconexión con la labor”.
Los esfuerzos por conceptualizar, estudiar y caracterizar el síndrome de burnout en docentes se han centrado especialmente en el análisis de estadísticas y de factores socio-demográficos como edad, género, estado civil y nivel de escolaridad, entre otros, además de características de la personalidad como la extroversión, la ansiedad, las estrategias de afrontamiento, la capacidad de resiliencia, etc., pero se ha hecho poco énfasis en el contexto social y en las percepciones de los maestros respecto a esta enfermedad y sus causas.
“En ese sentido, es indispensable que tanto el Gobierno nacional como las administradoras de riesgos laborales (ARL) y las instituciones educativas generen acciones concretas que permitan hacer un mayor seguimiento y control de los docentes que están en riesgo de padecer el síndrome, o ya lo tienen. Además, deben generar y fortalecer los espacios de socialización de información relacionada con el padecimiento y cómo prevenirlo”, asegura la docente.
Para finalizar, la profesora plantea que es importante que desde las universidades se prepare a los maestros para enfrentar situaciones diversas que se presentan en el aula y que se evalúen estrategias de afrontamiento y manejo de las emociones, también desde las universidades.