Ciudad & Territorio
Río Yurumanguí, sinónimo de vida, paz y restauración
Las comunidades negras vecinas de este afluente ubicado a una hora de Buenaventura se han visto fuertemente afectadas por el conflicto armado de Colombia, pero han logrado emerger de la violencia para reconstruir su territorio a través de narraciones, danzas, música, dolor y de un proceso colectivo de memoria en el que el río es sinónimo de vida, paz y protección frente a la minería a gran escala.
Bogotá D. C., 28 de noviembre de 2019 — Agencia de Noticias UN-Las comunidades negras del río Yurumanguí se han visto fuertemente afectadas por el conflicto armado de Colombia.


El río Yurumanguí es soporte para la subsistencia de las comunidades negras por medio de actividades productivas como la agricultura, la pesca y la minería artesanal.


El río Yumanguí, ubicado a unos 60 km de Buenaventura, es sinónimo de vida, de paz y de resistencia frente a la minería a gran escala.


Hace 20 años, en medio del conflicto armado, el río Yurumanguí fue declarado como espacio de vida, alegría, esperanza y libertad, y hasta hoy los yurumanguireños lo ven así.
Carlos Orlando Arias Romero, arquitecto y magíster en Ordenamiento Urbano Regional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), afirma que “los yumanguireños ven el río como un elemento esencial de la vida en un sentido espiritual, íntimo y mágico-religioso; también físico-biológico, en cuanto a la coexistencia con otros seres, y físico-práctico debido a que es un soporte para la subsistencia por medio de actividades productivas como la agricultura, la pesca y la minería artesanal”.
Como integrante del colectivo interdisciplinar Guía Nómada, el investigador Arias se propuso comprender la arquitectura del río de una manera vivencial y sensible, en la que se involucra el aprehender de la cultura de las comunidades negras del Pacífico colombiano a través de rituales y experiencia tradicionales.
Después de varios viajes a la zona y de estrategias de diálogo con la comunidad, evidenció que existe una arquitectura territorial en la que el río Yurumanguí es un sistema tradicional de poblamiento que a su vez alberga la memoria de sus ancestros; de pueblos que lo habitaron, pero que luego desaparecieron; y del conflicto armado que desde los años noventa ha consumido a la región.
Si bien en el Pacífico la vivienda es palafítica, es decir que se construye sobre pilotes dentro del agua, algunas comunidades las tratan como arquitecturas de tránsito que no están pensadas para ser permanentes porque siempre vuelven al río. Al respecto, el investigador explica que “en algunos casos la vivienda palafítica es el lugar de paso de pescadores que vienen de la parte alta del río, la ocupan durante algún tiempo mientras tienen su faena de pesca y luego regresan al Yurumanguí”.
Los vecinos del río ven en el paisaje que los rodea: río, bosque y mangle, un equivalente a bienestar, razón por la cual han logrado preservar estos ecosistemas y controlar la minería a gran escala en el río, resistencia que a pesar de sus precarias condiciones –sin alcantarillado, acueducto ni electricidad– han logrado mantener a través de su fuerte organización social, tanto así, que en 2018 en una sentencia de restitución de tierras se les reconocieron 55.000 hectáreas de bosque y se les devolvieron sus derechos colectivos.
“Para las comunidades negras de la región, la reparación territorial es un elemento o concepto en el que se busca que fluya la relación territorio y memoria como una posibilidad de entender mejor la ardua labor de resistencia”, puntualiza el arquitecto.
El ritual de Semana Santa en Yurumanguí
El territorio de las comunidades negras del Pacífico colombiano se ha convertido en una sumatoria de relatos de quienes lo habitan, y por eso la celebración religiosa de Semana Santa en Yurumanguí evoca una forma de memoria sobre el territorio en la que, de cierta forma, “se reclama lo que se les debe”.
La fiesta tiene un fuerte sincretismo africano y está muy arraigada a las dos veredas más antiguas del río: Juntas y San José. Sus personajes principales son los soldados, los manacillos, las ánimas, los músicos y las cantadoras que animan la fiesta. Al respecto, el investigador Arias señala que “para que la celebración de Semana Santa se desarrolle de manera adecuada, tiene que haber una transmisión generacional de roles. Los manacillos, por su parte, tienen un rol heredado y su juego de poder se contrapone a la fe católica”.
El rio Yurumanguí es por tanto el escenario de celebración en el que hay una construcción colectiva de experiencias pasadas, en el que se canta sobre las pérdidas, sobre la violencia que los convirtió en epicentro de la guerra contra el narcotráfico y que resquebrajó su territorio y sobre cómo la vida habita la muerte.
(Por: fin/IAR/dmh/LOF)N.° 980