Medioambiente
Páramos, entre la invasión del hombre y el clima loco
Colombia posee cerca del 65% de los páramos del mundo. La ampliación de la frontera agropecuaria y el cambio climático son presiones que afrontan estas importantes fábricas de agua.
Bogotá D. C., 10 de mayo de 2010 — Agencia de Noticias UN–Óscar Rojas, estudiante de la Maestría en Biología de la Universidad Nacional y experto en restauración ecológica, asegura que el brusco cambio de las estaciones climáticas de los últimos años impacta fuertemente a estos ecosistemas de alta montaña.
“En las épocas de veranos intensos, como la que hubo a comienzo del año, los páramos sufren bastante, pues son suelos que están acostumbrados a una alta retención de humedad. Por supuesto, las temporadas de lluvias los benefician, pero el problema es que estas temporadas ahora no son estables, por lo general son más cortas, pero con mayor intensidad de precipitaciones, algo que tampoco es lo ideal”, explica Rojas.
El joven investigador sostiene que hasta hace poco solo se hablaba de páramos en Suramérica, pero gracias a los estudios y comparaciones científicas, ahora también se extiende esta denominación a ecosistemas de alta montaña hallados en territorios de África y Guinea, territorios cercanos al ecuador terrestre.
Jennifer Insuasty, también del Grupo de Restauración Ecológica de la Universidad Nacional de Colombia, asegura que, por ejemplo, en los experimentos que se llevan a cabo en el Páramo de Chingaza –uno de los principales reservorios de agua para Bogotá–, el fuerte verano que se extendió hasta principios de abril afectó el crecimiento de los frailejones y de las plantas con las cuales se quiere restaurar la vegetación de la zona.
“Las plantas no podían obtener recursos de agua y les costaba mucho crecer. Las hojas que medíamos para el estudio se murieron. Sin embargo, algunas plantas pudieron resistir esa sequía muy bien, porque sobrevivieron”, dice la estudiante de maestría.
En la actualidad, debido a la variedad de páramos que tiene Colombia, el país lidera las investigaciones acerca de este ecosistema, asegura Óscar Rojas. “Debe ser así, Colombia debe tener una responsabilidad muy grande en cuanto a su conocimiento y su buen uso”.
La tarea no es fácil. En el país, los cultivos de papa, la minería de cal y carbón en alta montaña y la ganadería extensiva son grandes amenazas que se acercan a los páramos. El problema radica en que la destrucción de estos santuarios ecológicos incide directamente en la cantidad de agua dulce de la que pueden disponer grandes ciudades como Bogotá.
La vegetación en esas alturas crece muy lentamente, así que cualquier efecto negativo se sentirá por años. Ahora, el cambio climático es otro actor con el que los científicos deben jugar a la hora de crear planes de restauración de la vegetación nativa.
(Por: Fin/capg/csm)N.° 405