Ciencia & Tecnología
Chontaduro amazónico: de fruto a cosmético mundial
Un mítico fruto de los indígenas uitoto le está devolviendo la humedad a los agrietados labios de berlineses, madrileños y neoyorquinos. Léalo en Matices. Historias detrás de la investigación.
Bogotá D. C., 09 de noviembre de 2010 — Agencia de Noticias UN–Pupuña le dicen los aborígenes, Bactris gasipaes, los científicos, pero la mayoría lo conocemos como chontaduro, y desde hace dos años es la materia prima de un exótico hidratante natural que, como mantequilla, se extiende en los labios, el rostro o el cuerpo y elimina cualquier resequedad en segundos, al tiempo que nutre la piel para protegerla del envejecimiento prematuro.
No en vano el novedoso cosmético ha conquistado vitrinas exigentes de eventos mundiales como BioFach Nuremberg–Alemania, la feria más importante del sector orgánico–sustentable en Europa, Beyond Beauty, gran exhibición de la belleza en París, y la Feria Natural Products Expo-East en Boston, Estados Unidos.
Detrás de sus formulaciones –que incluyen en promedio otros 20 ingredientes naturales en cada producto– se encuentran dos químicas farmacéuticas de la Universidad Nacional de Colombia, quienes con ciencia, respeto por la naturaleza y de la mano de los uitoto han desarrollado una línea única de productos para el cuidado de la piel, Piudalí Natural Skin Care, cuyo origen silvestre hoy seduce los gustos más exquisitos de alemanes, franceses, japoneses y hasta rusos.
Martha Neira y Myriam Moya son las profesionales de la UN que le están dando prestigio internacional a la ciencia cosmética del país. Además de su profesión, que cada una ejerce desde hace más de 20 años, las une el amor por la selva, pero sobre todo una gran obstinación: llevar el Amazonas y Los Andes al mundo.
Y casi literalmente lo han llevado a cuestas, porque para llegar hasta donde hacen alarde las marcas exitosas han tenido que cargar su propio exhibidor de macana (madera dura) al hombro y cientos de muestras de los productos para exhibir de país en país, buscar quién las financie, aguantar la arrogancia de algunos franceses “envidiosos” y hasta superar la “tumbada” de un coterráneo que vivía en Londres y las quebró.
Esto en la etapa actual de comercialización, porque para desarrollar los productos tuvieron primero que ganarse la confianza de los indígenas que les proveerían el fruto ancestral, “mambear” con ellos, excusarles la borrachera en la que invirtieron el dinero que les pagaron y lidiar con sus furiosas esposas, entre otros dramas que revelamos en la edición número 22 de Matices. Historias detrás de la investigación.
(Por: Fin/bnm/csm/lrc)N.° 199