Política & Sociedad
Tras el Acuerdo de Paz, la violencia se recicla
“Tras los acuerdos con los paramilitares y ahora con las FARC, pensamos que se iban los dos grandes actores de la guerra, entre 1994 y 2002, pero la paz terminó siendo muy golpeada con eventos como el plebiscito y la elección de un Gobierno muy contrario a ella, que han llevado al reciclamiento de las violencias, como ha ocurrido desde mediados del siglo XX”.
Bogotá D. C., 17 de noviembre de 2020 — Agencia de Noticias UN-El libro se consigue en la página web de la Editorial de la Universidad del Rosario y en librerías autorizadas. Foto: https://editorial.urosario.edu.co/gpd-violencias-que-persisten.html


El libro explora las violencias que se creían superaras tras la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, pero que han reaparecido. Fotos: archivo Unimedios.


El profesor Perea explica que las ciudades son grandes productoras de violencia, pero poco estudiadas en el conflicto.


Así se refiere a los últimos intentos de paz en Colombia el profesor Carlos Mario Perea, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), coeditor del libro (VA) Violencias que persisten: el escenario tras los acuerdos de paz, junto con el docente Mario Aguilera.
El profesor Perea fue uno de los invitados a explorar lo que ha pasado después del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016, durante un encuentro organizado por el profesor Aguilera, director del grupo de investigación “Actores armados, conflicto y derecho internacional humanitario”, del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (Iepri) de la UNAL.
El investigador mencionó el capítulo escrito por el sociólogo Ricardo Vargas, en el cual se advierte que aunque en Colombia se ha creado una política de droga con dos enfoques: derechos humanos y salud pública, lo ideal sería sacar la política contra las drogas del contexto de la guerra.
El profesor Perea indica que “en el gobierno Uribe se insistió en que se habían fumigado 100.000 hectáreas de coca, en su momento se acabaron los cultivos en ciertos departamentos, pero solo se desplazaron y luego reaparecieron. El país debe dejar de ver el problema como local y construir un bloque de poder regional que ponga un punto de vista distinto en el escenario mundial”.
Agrega que “llevamos más de 30 años probando la propuesta de perseguir y matar a quien produce o comercia; eso solo ha producido un reciclamiento continuo de la producción y de las redes de comercio”.
En uno de los capítulos del libro, el profesor de la UNAL Francisco Gutiérrez, director del Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria, y María Mónica Parada –investigadora asociada de dicho Observatorio– se refieren al repunte en el homicidio de líderes sociales. Para el profesor Perea, este fenómeno es una “expresión sin límites de la continuidad de la guerra, de sus nuevas formas de victimización y relaciones de poder”.
Por su parte el coautor Víctor Barrera explica que tras el acuerdo con los paramilitares aparecieron nuevos actores que perpetuaban las dinámicas de dominación territorial, que reciclaba la práctica de las economías ilegales y las imposiciones políticas.
Al respecto, el profesor Perea puntualiza que “hace apenas unos días en Quibdó (Chocó), un grupo que se hace llamar Fuerzas Armadas Mexicanas decretó un paro armado para demostrar que ellos tienen el poder. Ese escenario se repite en el Magdalena con los Pachencas, el Clan Úsuga y otros”.
Las disidencias
En esta sección del libro, que es una coedición del Iepri y la Universidad del Rosario, el profesor Aguilera explora que desde las negociación se sabía que alias “Gentil Duarte” y el Frente Primero, en el Guaviare, se habían negado a participar en el proceso.
Desde ese momento han aparecido disidencias en otros lugares del país, algunos con inclinaciones políticas y otras estrictamente criminales. “Existe un fenómeno de reproducción del conflicto; estamos golpeados permanentemente por el fenómeno que se reproduce”, subraya el docente Perea.
El profesor Perea, quien escribió el capítulo “Paradoja de ciudad”, explica que usualmente el conflicto armado se centra en ciertos actores o contextos, y eso propicia que la ciudad no se tenga en cuenta para analizar el conflicto violento.
Al respecto, recuerda que entre 1980 y 2019 las ciudades de Colombia produjeron el 57 % de los homicidios, pero por sus propias dinámicas y actores, que en muchos escenarios se entrecruzan con el conflicto, no son tan estudiados.
En su opinión, “se ha ruralizado el conflicto, las ciudades lo ven como algo lejano, aunque lo permea todo. Una paz estable y duradera tiene que contemplar sin duda el contexto rural que es vital, pero también lo urbano”.
El llamado del profesor Perea es que ante el nuevo ciclo de violencia se redoblen el esfuerzo y la decisión de construir la paz; aunque el acuerdo de La Habana es importante, va mucho más allá.
“Debemos dejar de pensar la paz desde el Estado o los actores armados para pensarla desde una sociedad orgánica y fuerte que sea capaz de modificar los balances de poder en todas las direcciones”, concluye.
(Por: fin/AMV/MLA/LOF)N.° 234