Medioambiente
Sequía pone en riesgo el agro en el Cañón del Chicamocha
Un trabajo realizado con 55 familias de agricultores residentes en esta región de Santander, evidenció que las sequías, en particular la de 2014, aceleraron un cambio en los sistemas productivos de los cultivos tradicionales.
Palmira, 08 de mayo de 2015 — Agencia de Noticias UN-Por ejemplo, en la vereda Macaregua, del municipio de Curití, se encontró que mientras antes se solía cultivar tabaco, maíz, fríjol, yuca y café, hoy en día parte de los terrenos aptos se dedican al lulo, la habichuela y el mate.
Así lo evidenciaron tras la realización de una serie de encuestas a 33 familias de la zona, estudiantes de la Maestría en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional Sede Palmira, junto con la organización internacional de investigación para el desarrollo, Biodiversity International.
“Al tener menos agua, y al ubicarse en zonas retiradas del casco urbano, se dificulta la utilización del líquido para regar los cultivos, ya que hacerlo incrementa los costos de producción”, afirma Catalina Arenas, estudiante de la Maestría.
Precisamente, en esa zona mientras las precipitaciones solían ser entre 1.500 y 2.000 metros cúbicos, ahora apenas alcanzan los 1.000. De ahí que los productores introduzcan nuevos cultivos que les resultan, al parecer, más lucrativos.
Se trata de una situación preocupante, si se tienen en cuenta las cifras de 2008 del Sistema de Semillas Nacional, en las que se evidencia la influencia de la agricultura familiar en el país con una participación del 66,3 %, y un área cultivada del pequeño agricultor que ocupa el 75,9 % del territorio nacional.
Los realizadores de este trabajo estuvieron también en la vereda Piedra Gorda, del municipio de Curití donde entrevistaron a 25 familias. Esta se caracteriza por la siembra de fique, fríjol, maíz, plátano, yuca, caña y tomate. Pero las sequias les han obligado a diversificar los cultivos hacia cítricos, pasturas, pitahaya, maracuyá y cacao.
A las fuertes sequías por los cambios climáticos, hay que sumarles la falta de salida de los productos obtenidos de semillas tradicionales. De hecho, se evidenció que en más de 10 familias de cada vereda, el 60 % de la producción no se vendía porque el comercio exigía la utilización de semillas comerciales con mayores valores productivos y adaptables a nuevas condiciones climáticas.
Algo que según Catalina Arenas dificulta la producción para los pequeños agricultores. “Ellos no tienen recursos para obtener dichas semillas. Así que utilizan intermediarios o agentes piratas que terminan muchas veces vendiéndoles semillas que no son las mejoradas”.
Según la joven investigadora, tener semillas comerciales impide el aprovechamiento del potencial de los cultivos, lo que lleva en muchos casos a su pérdida. En cerca de cinco familias de cada comunidad se llegó a evidenciar la pérdida total de los mismos. Todo por desconocimiento de las técnicas de sembrado, de irrigación y tratamiento de las semillas comerciales.
Por eso, se trabaja en estrategias para que el pequeño agricultor sea competitivo y aproveche correctamente las áreas productivas. Los participantes de este trabajo realizan capacitaciones a la comunidad de las variedades comerciales de las semillas. Asimismo, ofrece asesoría en el tratamiento de las mismas con el objetivo de preservar su importancia social y cultural como identidad de las comunidades.
(Por: Fin/MAS/dmh/DAL)N.° 343