Análisis
Colombia debe promover biomasa para producir energía
Un discurso ideológico limita el avance de la producción de biocombustibles en Colombia.
Bogotá D. C., 10 de julio de 2014 — Agencia de Noticias UN-Mientras una corriente sostiene que no se debe producir energía a base de alimentos, otros argumentan que es viable cuando la capacidad de la biomasa lo permita y no compita con la seguridad alimentaria.
“En muchos espacios de discusión me he encontrado con un debate puramente ideológico, cuando puede ser más rico y productivo incluir los componentes técnicos”, sostiene Édgar Castillo, egresado de la Universidad Nacional de Colombia y especialista en diversificación energética del Instituto Colombiano del Petróleo (ICP).
En tal sentido, considera que la biomasa debe desempeñar un papel importante en la producción energética del país. Basta con analizar el caso de Brasil, un país importador de gas, para ver los beneficios que conlleva.
“Su crudo está presente en el mar, lo que hace que sea más costoso obtenerlo y por lo tanto necesita fuentes de energía almacenables y medibles en su territorio. Precisamente por eso utiliza esta fuente de energía”, señaló el ingeniero a su regreso a la Universidad, para participar en el “I coloquio doctoral de la Facultad de Ingeniería”.
Colombia, con amplia generación de biomasa
Todos los productores de alimentos, entre ellos los de azúcar, aceite de palma, arroz y plátano, entre muchos otros, disponen de biomasa residual.
Para aprovecharla, tienen que asegurar las condiciones de mercado, lo que significa garantizar que el costo de la materia prima sea bajo y competitivo, disponer de una fuente constante y confiable de biomasa y tener una capacidad de apalancamiento financiero para llevar a cabo el proyecto.
Paralelamente, se requiere de una política agraria que incluya vías de comunicación, infraestructura y entrenamiento.
“Esta forma de producción es más factible en grandes superficies de cultivo que entre pequeños productores, pues a pesar de tener el potencial no cuentan con los factores de apalancamiento, tecnología u oferta”, matizó Castillo.
En particular, las zonas tropicales son las más factibles por todos los cultivos semipermanentes (sorgo y caña de azúcar) y permanentes (palma) porque la utilidad de estos es muy alta, lo que aumenta la productividad de las materias por unidad de tierra.
Por el contrario, la zona de expansión de la altillanura corresponde a una zona de suelos ácidos y, aunque se pueden aprovechar, se requiere una capacidad de inversión elevada. “Por cada hectárea habría que invertir entre 10 y 12 millones de pesos para volverla cultivable”, afirmó.
Políticas actuales de desarrollo
El Gobierno Nacional sancionó recientemente una ley que incentiva el uso de energías renovables y fomenta la inversión, la investigación y el desarrollo de tecnologías limpias.
Asimismo, se proyecta crear un fondo de energías no convencionales y gestión eficiente de la energía, orientado a financiar los programas en estos temas.
Para el experto, lo que se está haciendo actualmente desde los entes gubernamentales es lo correcto, ya que se aborda una racionalización o aseguramiento de la propiedad de la tierra y se da la garantía jurídica de que el dueño es la persona que la produce.
También consideró positiva una política tributaria fuerte para incentivar la producción agrícola y castigar desde el punto de vista tributario las tierras inoficiosas (el latifundio improductivo). Además consideró la elaboración de una política de soporte financiero a pequeñas y medianas empresas.
“Si hay una estrategia de crecimiento de la frontera agrícola, estatal, soportada y sistemática para mejorar la producción de biomasa, todavía no la conozco”, subrayó el experto en energía.
(Por: Fin/GDT/MLA/AC)N.° 205