Análisis
Las mujeres castigadas en la Independencia de la Nueva Granada
La pena de muerte, el secuestro de bienes, el destierro, la humillación pública y la prisión apabullaron a la población femenina en este periodo crítico del país. Paulatinamente sus voces salen a flote.
Bogotá D. C., 30 de julio de 2013 — Agencia de Noticias UN-Mucho se ha dicho recientemente sobre los roles que jugaron las mujeres en el periodo de la Independencia. No obstante, apenas se develan los diferentes tipos de castigos que les fueron asignados por su participación en labores de resistencia como patriotas o realistas (defensores de monarquía española).
Se trata de la investigación de la historiadora Ana Serrano Galvis. Ella empezó este proyecto como parte de su trabajo de grado en la UN y luego trascendió a su actual tesis de Maestría en Estudios de Género, que lleva a cabo en México.
La investigadora efectuó una minuciosa búsqueda de voces femeninas en archivos de Tunja, Pamplona, Socorro, Cali, Atlántico y Santander. “Esta búsqueda representó un reto”, advierte la historiadora y sugiere la necesidad de que en cada uno de estos se instaure la categoría “género” en los sistemas de búsqueda.
En el periodo 1810-1819, las mujeres compartían o tenían ideas propias en relación con muchos temas que circulaban en el ambiente, por lo cual las autoridades tomaron represalias contra ellas. Sin embargo, las medidas represivas acaecieron sobre todo tipo de mujeres, no solamente sobre las patriotas.
Es el caso de la primera mujer castigada en nombre de la Independencia en 1821: la virreina, que fue partidaria de los españoles y resultó castigada por los republicanos cuando accedieron al poder.
Tipos de medidas represivas
Serrano Galvis encontró que la pena de muerte fue asignada a mujeres que habían sido insurgentes y “no tenían remedio”. No obstante, había excepciones para quienes estaban embarazadas, que, a cambio, iban a prisión. De hecho, la expositora sugiere que “ser mujer a veces era una excusa para que les conmutaran las penas o las liberaran”.
En términos generales, la prisión era utilizada de manera común en casos de desordenes públicos. Las primeras cayeron en la “cárcel de divorcio” para mujeres, ubicada en Santafé, denominada de ese modo posiblemente porque implicaba la separación de las mujeres de su casa y sus hijos.
El destierro también fue muy común. Por ejemplo, 30 mujeres que participaron en el “20 de julio” fueron desterradas de Santafé y distribuidas en pueblos cercanos. Este castigo destruía las redes construidas y evitaba insurgencias.
En este caso, las autoridades reconocían la importancia de la población femenina como “cuidadoras de los niños” para que no se convirtieran en insurgentes, por lo cual solicitaban rezo constante y discreción para “resarcir a la familia”.
Asimismo, estaba el secuestro de bienes, que, si bien no recaía directamente sobre ellas, las dejaba en una situación económica difícil con los hijos. Esto se agravaba teniendo en cuenta que los trabajos para mujeres eran pocos y mal remunerados.
La humillación pública tenía como propósito “darle escarmiento a la persona y amedrentar a la población”, señala la historiadora. Y añade que otro tipo de represiones fueron contribuciones forzadas para el régimen, atención y manutención de soldados en los hogares de algunas ciudades y la obligación de ayudar a ciertas mujeres en hospitales.
Como dato curioso, la historiadora encontró un documento único que hace referencia al castigo de una esclava (Juana Bautista Escobar) que fue acusada de traición. Sin embargo, a diferencia de mujeres como Policarpa Salavarrieta o alguna de clase alta, no fue fusilada, sino vendida a otro dueño.
¿Por qué? Quizás se pensaba que no estaba en capacidad de establecer ideas políticas propias, sino que fue enviada por sus patrones. O porque, en cuanto mujer esclava, era considerada una pieza económica y se defendía como tal.
La investigadora concluye que en el contexto se revela la importancia de las mujeres como aliadas claves de la guerra tanto para realistas como para patriotas. Y, si bien fueron objeto de cantidad de medidas represivas, no siempre se hacían distinciones entre ellas y los hombres. “Ser mujer no era necesariamente un aliciente”, afirma.
Aclara que existía un sistema punitivo establecido, pero los castigos no siempre obedecían a delitos específicos. Podían matar a una mujer que era insurgente, pero también podían meterla en prisión.
“Se intentó que hubiera correspondencia, pero no se pudo mucho”, cuenta Serrano. En el afán de la guerra, unos procedimientos no se respetaron.
Con todo, medida represiva es medida represiva y cubrió a diferentes estratos sociales, colores de piel y condiciones políticas de la sociedad femenina santafereña de la segunda década del siglo XIX.
(Por: Fin/LL/sup/fgd)N.° 703